jueves, abril 4

PIDE LUZ Y APRENDE QUE ERES LUZ


Abel tenía que hacer esfuerzos cuando comparaba lo que le enseñaron de pequeño y los textos que estaba descubriendo. Se nos enseñaba que debíamos aprender obediencia y disciplina. Éramos personas ‘pecadoras’ y, por ende, incapaces de ser mejores por nosotros mismos. 

Después en un período intermedio, clarificaban que una vez se aceptaba la idea de ser pecador, podíamos ser perdonadas y recuperadas. Pero no podíamos salirnos de esas ideas. De lo contrario, la salvación era imposible. En todo ese proceso, la idea del amor de Dios se repetía poco. 

En alguna ocasión, Abel había sentido que su madre se portaba mejor con él que el mismo Dios. Su madre no lo llamaba ‘pecador’, lo animaba y se convertía en una amiga extraordinaria cuando la necesitaba. Su madre no le ponía condicionamientos para expresarle su amor. 

“Gloria a Dios en las alturas, y también a ti porque así lo ha dispuesto Su Voluntad. Pide y se te dará, pues ya se te ha dado. Pide luz y aprende que eres luz”. 

“Si quieres tener entendimiento e iluminación aprenderás que eres luz, ya que tu decisión de aprender esto, es la decisión de escuchar al Maestro que sabe de luz, y que, por lo tanto, puede enseñarte lo que esta es”. 

“No hay límite en lo que puedes aprender porque tu mente no tiene límites. Las enseñanzas del Espíritu Santo no tienen límites porque Él fue creado para enseñar”. 

“Al comprender perfectamente cuál es Su función, la desempeña perfectamente porque ese es Su gozo y el tuyo”. 

Abel se quedaba lleno de gozo cuando releía la frase: “Pide luz y aprende que eres luz”. La idea de ‘pecador’ indicaba la oscuridad y uno no se atrevía a ponerse por encima de esa oscuridad. Sería una osadía y una herejía pedir luz cuando éramos oscuridad. 

Sin embargo, su alma se quedaba más tranquila y le decía que, en efecto, la imagen de Dios no podía ser ‘oscuridad’. Para evitar aceptar que procedíamos del mono, se hacía hincapié en afirmar que procedíamos de Dios. Estábamos hechos a Su imagen. 

Abel lo aceptaba y sentía que la imagen de Dios estaba en su interior y en el interior de todas las personas. De ahí que la petición tenía todo su sentido: “Pide luz y aprende que eres luz”.

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