domingo, abril 7

COMPARTIR TU ESENCIA CON LOS DEMÁS


Daniel cada día se iba acercando a una cercanía con Dios que le asombraba. No era una cercanía jerárquica. Se trataba de una igualdad en pensamiento y en esencia que lo hacía reflexionar con los mismos pensamientos divinos. Ese descubrimiento lo sobrecogía. 

Todo su logro era acercarse a ese lado de la divinidad con la cual se sentía plenamente identificado con sus presupuestos. Le atraían sus principios. Le emocionaba vibrar con sus soluciones a los distintos problemas que se planteaban. 

Leía y releía esas hermosas palabras que lo definía como una unidad con el Padre y vibraba con Su respuesta al tratarlo Él como Su Hijo. 

“La Voluntad del Padre y la del Hijo son una, por razón de Su extensión. Dicha extensión es el resultado de ‘lo uno’ que Ambos gozan, lo cual mantiene intacta la unidad de Ambos al extender Su Voluntad conjunta”. 

“Esta es la creación perfecta de los que han sido perfectamente creados, en unión con el Creador Perfecto. El Padre tiene que dar paternidad a Su Hijo porque su Propia Paternidad tiene que seguir extendiéndose”. 

“Tú, cuyo lugar está en Dios, tienes la santa función de extender Su Paternidad no imponiendo ningún límite sobre ella. Deja que el Espíritu Santo te enseñe cómo hacer esto, pues lo que ello significa sólo lo puedes aprender de Dios Mismo”. 

Daniel se veía totalmente uno con Dios. Era un pensamiento totalmente fructífero y catalizador de las nuevas posibilidades del ser humano. Cada persona reflejaba aquello en lo cual confiaba. Y ese desarrollo de la confianza divina abría toda su alma al influjo de Su Padre Creador.

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