Benjamín pensaba, en sus momentos de tristeza, que la vida sería estupenda si pudiera saber dirigir sus pensamientos hacia la libertad y la dicha. Aceptaba que, en algunas situaciones, su fijeza en algunos puntos, de los cuales no quería cambiar, le daban problemas de dirección en su camino.
Aceptaba que, si pudiera cambiar tan pronto como lo comprendía, le iría mucho mejor en la vida. Pero, notaba que una fuerza interior se rebelaba contra el cambio como si fuera una cuestión de debilidad. Por ello, creía que no era el camino adecuado.
Después, en sus momentos serenos, se decía a sí mismo que no era muy inteligente al llegar a esas conclusiones. Los cambios no eran nunca una expresión de debilidad. Eran todo lo contrario. Era una decisión de voluntad estupenda para no seguir cometiendo los mismos errores de siempre.
“Las enseñanzas del Espíritu Santo apuntan en una sola dirección y tienen un solo objetivo. Su dirección es la libertad y Su objetivo es Dios. El Espíritu Santo, no obstante, no puede concebir a Dios sin ti, porque no es la Voluntad de Dios estar sin ti”.
“Cuando hayas aprendido que tu voluntad es la de Dios, tu voluntad no dispondrá estar sin Él, tal como Su Voluntad no dispone estar sin ti. Esto es libertad y eso es dicha”.
“Si te niegas esto a ti mismo, le estarás negando a Dios Su Reino, pues para eso fue para lo que Él te creó”.
Benjamín empezaba a darse cuenta de que cambiar era lo oportuno. Los antiguos decían que “era propio del ser humano equivocarse”. La equivocación era el elemento de aprendizaje que realizábamos cada día. Aprender era equivocarse. Sin equivocación, no había aprendizaje.
Por ello, la conclusión lógica de las personas sabias era la siguiente: “era propio del ser humano cambiar”. No era cuestión de debilidad de ningún tipo. Era la secuencia lógica de nuestro caminar por la vida. Un proceso que se asimilaba al proceso de digerir los alimentos.
Unas veces, ciertos alimentos nos sentaban mal y los dejábamos de comer, es decir, cambiábamos. Y eso, de debilidad, no tenía de nada. De sabiduría, tenía mucha.
No hay comentarios:
Publicar un comentario