Siempre me llamó la atención el comportamiento de nuestro director. Cada vez que se cruzaba con alguien lo saludaba y le decía algunas palabras de encomio por algún detalle que la persona había hecho. No dejaba la ocasión de poner de relieve los logros alcanzados en cada momento.
A todos nos alegraba. Cruzarse con él era muy agradable. Nos hizo sentir que cada gesto, cada acción, cada dedicación del momento era especial e importante. Ese encanto quedó grabado en nosotros. Uno se da cuenta de la importancia de cada eslabón de la cadena que se va construyendo.
Ahora, cada acción que realizo tiene el sello de la conformidad interior. Cada logro es motivo de alegría y de gratitud. Cada “pequeño detalle conseguido” es un bienestar personal.
Dar gracias por el agua que disponemos. Dar gracias por el techo que nos cobija. Dar gracias por la comida. Dar gracias por el aire que respiramos. Dar gracias por el saludo. Dar gracias por la sonrisa. Dar gracias por comprender el momento difícil que alguien sufre. Dar gracias por animar. Dar gracias por nuestros pasos. Dar gracias por caminar.
Dar gracias por ser humanos. Dar gracias por no hundirse en la inconsciencia de cumplir, como un robot, las tareas y tenerlas tan mecanizadas que no vivimos con emoción. Dar gracias por estos momentos de lectura que nos despierta la visión. Dar gracias. . .
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