Permíteme, en estos momentos intensos, compartir contigo algunos pensamientos. Palabras que puedan resonar en tus momentos de relax, tranquilidad y descanso. Palabras que puedan alumbrar nuevas realidades en nuestro diario caminar. Palabras que despierten el misterio precioso que anida en tu presencia, en tu cuerpo y en tu despertar. Permíteme, en ese espacio, entrar.
Tu nobleza es sublime, tu claridad, excelsa y tus deseos, magníficos por la altura de tu mirada. Por todos tus poros se expresa la autenticidad que tiene en ti, hermosa morada en tu pensar, en el amor a los otros y en tu apreciable sensibilidad. Estás hech@ de generosidad, como todos los seres humanos, y lo vives con franqueza y con especial ilusión. Todo lo bueno está en nosotros porque la fuente de la alegría y la felicidad nos engendró, nos modeló.
Nosotros, sin darnos cuenta, buscando, desorientados y, en algunos momentos dudando, nos polarizamos. Nos hacemos exigentes. Aparece alguna brusquedad. Perdemos el equilibrio que todo lo une con susurros de amor y atención. Y nuestra fuente, que conoce el anhelo de nuestro corazón, nos va completando, afinando y poniendo, otra vez, en su hermosa y completa vibración. Nosotros dudamos y pensamos que nos tiene que transformar, cambiar, profundizar. . .
Y sin embargo, al beber y deleitarnos con la misma agua, solamente nos tiene que afinar. Poner paciencia donde está nuestra ansiedad. Poner dulzura donde está nuestra exigencia. Mirar con cariño cuando sale nuestra obcecación. Calmarnos suavemente cuando surge la frustración. Aceptarnos totalmente cuando dudamos de nuestra excelsa fuente interior. Caminar con nuestra voz vibrante, con nuestra agua interior. Así la vida se hace luz y la luz se hace vida en nuestro transitar.
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