Se levanta cada mañana con la mente fresca y descansada. El maestr@ reúne alrededor suyo los dulces rayos del sol naciente en las horas del alba. Los acaricia, los observa, los aprecia y los deleita en su piel y en su mirada. Dulces momentos de meditación inundan su alma. Su vista se perfila y profundiza. Las nuevas luces le muestran territorios inexplorados, dispuestos a ser trillados y ordenados por la acción de su programa. Llena su corazón, rebosa su alma.
El día promete. La ilusión se ha colado por las rendijas de su mente. Le alumbra la mirada. Su vida interna late rodeada con la dulzura de las vidas prometedoras de los alumn@s en sus manos entregadas. Se mira a sí mism@ y mira los rostros anhelantes de gozo, de alegría, de dulzura, de razonables desafíos y de unos líos internos en algunos de los pupilos de su aula.
Pero el sol sigue brillando en su vida y l@ sigue subiendo hacia arriba con la ligereza del viento y la ingravidez del gozoso pensamiento. La vida, y la experiencia de cada día, le ha enseñado a caminar entre las nubes de algodón que le ofrecen su belleza y sus palabras.
Y no baja a las trivialidades diarias, a los desánimos aparentes de los reveses vividos, como dramas y como desgracias. Allí, en su entorno blanco, puro e inmaculado, aprende la perspectiva que transforma la vida, remodela la mente y llena la boca con nítidas y deliciosas palabras. Allí respira el oxígeno pleno, lleno de energía y de fabulosa gracia.
Se siente parte del viento, de la brisa, del azul del cielo y los rayos suaves del sol en su cara. Su corazón late firme y armonioso en la cordialidad de su mano y en la frescura de su mirada.
Y se llena, se identifica, se hace universo, se hace cascada de agua limpia bañando, con sus gotas, los mundos internos de jóvenes creciendo y descubriendo el misterio de la vida, de los valores eternos que los propulsarán, con sus fuerzas y energías, a eternidades profundas.
Ahora, el maestr@ ya está preparado para el contacto de tantos hermosos ojos, de tantos hermosos proyectos, de tantos ideales de vida que se cruzan en su camino, dándoles, a cada uno, su bienvenida. Además de la materia que imparte, se llena de encanto su figura, su semblante y su palabra. Además de las explicaciones, surge, de su zona interior, el fulgor de los rayos atesorados en las primeras horas del alba. El misterio de la vida encontrará entonces su danza para hacerse presente, una vez más, en esa concurrida aula.
El día sigue su curso con ese encanto de nubes, con esa pureza de algodón en sus charlas, con ese mirar claro y sincero de los rayos del sol. Rayos atesorados en la silueta fresca y vibrante de sus manos generosas y abiertas. Su luz se hace vida y cambia la vida en luz con su actitud, con su lápiz y con su cuaderno lleno de notas especiales y de profundo amor.
El maestr@ termina su día y da gracias a la fuente de la existencia, a esa fuente que todo lo organizó. Se siente segur@ en sus manos. Siente su aire fresco en las soluciones que puso en cada un@ para alcanzar la dicha sentida de cumplir, con humildad, fielmente, la misión.
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