martes, enero 26

EL AMOR NOS HACE ÚNICOS

Actuamos en la vida como si estuviéramos cieg@s para vernos a nosotr@s mism@s. Tenemos vista, tenemos ojos, tenemos visión, pero generalmente para los demás. Para nosotr@s, solemos estar cieg@s, muy cieg@s.

¿Cómo podemos vernos nosotr@s mism@s? Sin lugar a dudas en un espejo. Así nos vemos reflejad@s y admiramos nuestra figura externa y nuestra presencia. ¿Quién nos refleja nuestro interior? Las demás personas que nos rodean. Ellas actúan de espejos para reflejarnos nuestra alma. 

Nos dice, alguna que otra vez, una persona querida, que somos amables, cariños@s, afectuos@s, creativ@s y persuasiv@s. Que le impactamos y que despertamos elementos nobles en ellos. Y nosotros nos sorprendemos. “Eso me lo dice porque es muy amable”, pensamos nosotr@s. 

Y alguna otra persona nos lo repite. Y empezamos a pensarlo. La confianza que nos llega de fuera nos tranquiliza. Nos rompe las barreras de la timidez, de la falta de espontaneidad. Y esa confianza y admiración empieza a abrir la puerta de nuestro interior. 

Así nuestra naturalidad sale al exterior. Se manifiesta tal cual es. Nos sentimos amad@s y descubrimos nuestra verdad secreta que no hemos visto muchas veces, hemos inhibido otras y nos hemos ocultado bajo la careta de una aparente buena educación. 

El amor llega a nuestra vida, nos rompe todas las barreras y se produce la explosión que nos maravilla. Somos nosotr@s realmente y nos vemos por primera vez en toda su extensión. Nos sentimos únicos. Nos sentimos potentes, maravillos@s, agradables. Nos vemos, por fin, a nosotr@s mism@s. 

Nos damos cuenta que habíamos buscado afuera lo que estaba en nuestro interior y no veíamos. Por fin nos hemos visto reflejad@s en otra persona que nos ha dado amor. Ahora entendemos la afirmación de amarnos a nosotr@s mism@s.

Al amarnos nos vemos y recobramos la vista. Ya nos podemos ver a nosotr@s mism@s y dejamos de estar cieg@s en nuestro caminar por la vida. Hemos ganado el tesoro de vernos a nosotr@s mism@s por fin. 

Y nos sentimos únicos. Nos sentimos felices, agradables, entusiasmad@s. Y esa sensación es tan poderosa que nos construye y nos hace compartir con otr@s las salas de fiesta de nuestro interno jardín.

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