Siempre me impactó la actitud de la sabiduría de una persona sencilla y amable. Ella, en cada ocasión, le hacía una misma pregunta a la vida. ¿Qué me quieres enseñar? Y adoptaba la posición de discípula, de aprendizaje.
“Sé que siempre me cuidas. Sé que sigues mis pasos. Sé que estás pendiente de mi momento y de mi estado. Sé que quieres hablarme con voz serena y despacio. Quiero aprender de ti porque te siento tan cerca que casi te confundes conmigo. Quiero dejarme llevar por tu fuerza y tu saber. Y dejarme columpiar con las notas armoniosas de tu amor y tu poder”.
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