El amor genuino nos libera de toda atadura emocional. No permite ninguna coacción. Echa fuera los elementos nocivos en la relación. El amor tiene sus raíces en la mutua admiración. Bebe de los frutos del respeto total. Se asienta en el tronco del engrandecimiento del otro. Es el árbol cuya sombra nos colma de plenitud y transformación.
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