Dos almas se encuentran. Se saludan. Se conocen. Hablan, comparten y un encanto indecible surge entre ellas. Su contacto les llena. Sus sonrisas lo celebran. Un bienestar interno ilumina sus miradas, aclara sus pensamientos y les abre un hermoso camino de una incipiente ilusión entre ellas.
La semilla de la amistad se ha plantado. Los siguientes contactos irán desarrollando las raíces de un conocimiento común en algunas sendas. Ambas deciden ser prudentes en su caminar. Establecen el respeto como elemento básico en su encuentro. Deciden la admiración como elemento de visión entre las dos.
Saben que respetar es respetarse, admirar es admirarse y valorar, valorarse. El tiempo va pasando y estas raíces van hundiéndose en sus conversaciones y en sus visiones de vida. Las raíces van tornándose fuertes y van cogiendo los nutrientes para fortalecer esa relación entre dos almas nobles.
Se valoran y van dejando que los días vayan amasando ese potencial de planta que entre ellas se desarrolla. Se aprecian y van sintiéndose, ellas mismas, más tranquilas y relajadas. Van desapareciendo sus suspicacias, sus escepticismos, y sus cautelosas prevenciones.
El agua, los vientos, el sol de cada mañana, el verso compuesto y la lectura cariñosa de mensajes de encanto, van horadando el muro que protege sus almas de frustraciones y engaños, de palabras no genuinas y manipuladas. La planta sigue su proceso de ampliación de sus raíces y de algunos brotes en el tallo de su experiencia.
Los días siguen pasando, se encuentran hermosamente enfiladas. Siguen los mismos caminos con una incipiente confianza de que aquello brota de nobles palabras, de ojos claros y sinceros, y de la bondad de sus almas.
Sin darse cuenta, se ven sorprendidas, deslumbradas, algo nuevo está naciendo y ellas mismas son las depositarias. Empiezan a recoger el regalo de su prudencia, de su mutuo respeto y admiración. Se valoran y ven un espejo de hermosa belleza que corona su encuentro de mil fragancias.
Esa hermosa sensación les descubre que pueden seguir bajando esas barreras internas de protección. Se sienten más seguras de exponerse entre ellas con sinceridad, naturalidad y genuino amor.
La planta se hace fuerte. Unas buenas raíces se han hundido en el suelo con firmeza. Una seguridad se ha alzado en ese grueso tallo que contiene todo el encanto que entre ellas se ha desarrollado.
Y los frutos de una hermosa fusión empiezan a germinar entre los ojos de las dos. El encuentro de sus tesoros internos se acerca con emoción. Ya no quieren estar solas. Se sienten llevadas de una brisa dulce de encanto puro y de alabastro. Y esculpen sus nombres en ese tallo que han creado.
La planta, fuertemente consolidada, va abriendo sus hojas, sus flores a una nueva radiación, a un nuevo sol en su corazón, a un nuevo encanto que han construido entre las dos.
Despliegan su caminar. Cada día riegan con sus encantos, con sus palabras, con su devoción, la hermosa planta, creación de dos almas en el interior de su corazón.
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