Darío disfrutaba adentrándose por esos temas tan sugerentes. Sentía, en ocasiones, cierto cosquilleo interno, cierta sensación especial de ir descorriendo el velo de lo misterioso y oculto. Le atraían esos temas y los resultados que estaba obteniendo.
Le encantaba conocer cuál debía ser su posición en esas nuevas visiones que le llegaban a la vida. “Yo soy el único que puede obrar milagros imparcialmente porque yo soy la Expiación. Tú tienes un papel en la Expiación que yo te dictaré”.
“Pregúntame qué milagros debes llevar a cabo. Ello te ahorrará esfuerzos innecesarios porque estarás actuando bajo comunicación directa. La naturaleza impersonal del milagro es una característica esencial del mismo”.
“Así me permite dirigir su aplicación, y bajo mi dirección los milagros conducen a la experiencia altamente personal de la revelación. Un guía no controla, pero sí dirige, dejando a tu discreción el que le sigas o no”.
““No nos dejes caer en la tentación” significa: “Reconoce tus errores y elige abandonarlos siguiendo mi dirección””.
Darío se repetía las palabras que sonaban como una fuente de agua clara en su mente y en su experiencia: “Un guía no controla, pero sí dirige, dejando a tu discreción el que le sigas o no”. La idea de la libertad siempre quedaba preservada por el guía, por un auténtico maestro.
La labor de un guía no reemplazaba nuestra personalidad, nuestras decisiones, nuestras ideas. Nos daba libertad. Nuestra libertad se aplicaba en permitir que el guía nos dirigiera por decisión nuestra. Era una idea bien definida.
Le encantaba a Darío la relación de confianza: ““No nos dejes caer en la tentación” significa: “Reconoce tus errores y elige abandonarlos siguiendo mi dirección””.
Elegir siempre estaba en la base de nuestra conexión con el Eterno. Elegíamos abandonarlos siguiendo Su dirección. La relación entre el Creador y nosotros estaba quedando un poco más clara en nuestro diario caminar por la vida.
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