David estaba un tanto asombrado por la conducta influenciada que mostraba aquel joven. Estaba en un campamento. El muchacho tenía unos catorce años. Una edad donde los referentes tenían mucho peso a la hora de imitar las conductas.
David era uno de los monitores del campamento. Siempre abierto, alegre, dispuesto a la ayuda y a la conversación personal sincera. Eso le daba ocasión de contactar con algunos muchachos que disfrutaban de esas sesiones de naturalidad abierta del corazón.
Estaban ante el dilema de escoger una actividad entre varias. Veía que cada vez que cambiaba su elección por las reflexiones que se aportaban, el muchacho cambiaba con él. Mostraba un deseo de imitar sus decisiones. David fue consciente de la influencia que ejercíamos sobre los demás sin ser conscientes.
La idea de influenciarnos le hacía pensar. Sabía que todos los humanos tenían cualidades similares. No importaba la cultura, la lengua, el lugar geográfico o la raza. Había entre todas las personas una suerte de comprensión, de ayuda, de apoyo o de enfrentamiento.
Y había descubierto que el enfrentamiento era una fractura de la unión que se deseaba. Por tanto, el deseo de unirse era muy fuerte. Aceptaba que fueron creados en la unión. Después apareció la desunión que trabajaba por el enfrentamiento. Y eso le dolía y le molestaba.
Con aquellos renglones ante sus ojos veía las causas de tal desunión: “Debido a la semejanza que guardas con tu Creador eres creativo. Ningún Hijo de Dios puede perder esa facultad, ya que es inherente a lo que él es, pero puede usarla de forma inadecuada al proyectar”.
“El uso inadecuado de la extensión – la proyección – tiene lugar cuando crees que existe en ti alguna carencia o vacuidad, y que puedes suplirla con tus propias ideas, en lugar de con la verdad”.
“Este proceso comprende los siguientes pasos:
Primero: Crees que tu mente puede cambiar lo que Dios creó.
Segundo: Crees que lo que es perfecto puede volverse imperfecto o deficiente.
Tercero: Crees que puedes distorsionar las creaciones de Dios, incluido tú.
Cuarto: Crees que puedes ser tu propio creador y que estás a cargo de la dirección de tu propia creación”.
David desde que se casó, fundó un hogar, y se vio independiente de sus padres, descubrió que debía tomar sus propias decisiones. Junto con su esposa fueron construyendo su propio mundo. Evitaron algunas incidencias que habían vivido en sus propias casas de origen.
Cambiaron las normas, ciertas reglas, fueron poniendo en funcionamiento el mundo que a los dos les entusiasmaba. Su faceta creadora la ejercieron. Leyeron muchos libros formativos para aprender de las experiencias de gente especialista y versada en los asuntos familiares.
Cada semana dedicaban una tarde para sentarse y para evaluar la marcha de sus decisiones, para ajustarlas, para precisarlas y para cambiar el rumbo si se habían equivocado. Nada salía del hábito. Su creatividad basada en el saber y en sus propios corazones nacía con gratitud. La unión entre ellos los ayudaba.
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