martes, marzo 13

LA MENTE Y LOS MILAGROS

A José siempre le habían impactado los milagros de Jesús. Cada historia que había escuchado le había deleitado conocerla y repetirla en sus adentros. Parecían cuentos donde la realidad y la fantasía se entrecruzaban en la experiencia cotidiana de cada día. 

Milagros que subrayaban la confianza y la creencia de la persona. Recordaba la historia de la mujer con flujo de sangre. Toda una multitud se agolpaba alrededor de Jesús. Muchas personas le tocaban por su proximidad. Sin embargo, una mujer dispuso en su corazón que si podía tocarle, todo estaría resuelto en su cuerpo. 

Le tocó y la pregunta de Jesús desorientó totalmente a sus discípulos. ¿Quién me ha tocado? – fue su pregunta. Una pregunta sin ningún sentido. Lo estaban apretujando. Muchas personas le estaban tocando. Sin embargo, el asunto no era el toque. El asunto era la confianza y la creencia. La bondad y la determinación de esa mujer. 

La mujer respondió a la pregunta de Jesús. Tuvo miedo de su reacción y de lo que había hecho. Pero, Jesús le subrayó que se hiciera tal como había decidido en su mente. 

Este era un milagro de curación corporal. Había empezado por la mente. Todos estamos llamados a experimentar milagros considerados desde el punto de vista de cambiar nuestros pensamientos. Aquella mujer cambió su forma de pensar respecto a Jesús. 

Nosotros podemos ir cambiando nuestra forma de considerar todas las cosas que nos rodean y las personas con las que nos cruzamos. “Los milagros se dan en la mente que está lista para ellos. Dicha mente, al estar unida, se extiende a todos aun cuando el que obra milagros no se dé cuenta de ello”. 

“Como expresión de lo que verdaderamente eres, el milagro sitúa a la mente en un estado de gracia. La mente, entonces, naturalmente da la bienvenida tanto al Huésped interno como al desconocido externo. Al invitar adentro al desconocido, este se convierte en tu hermano”. 

“Dado que el milagro tiene como objeto restablecer la conciencia de la realidad, no sería eficaz si estuviese limitado por las leyes que gobiernan el error al que tiene como objeto corregir”. 

José disfrutaba. Le mostraba una concepción de la persona totalmente distinta. “Como expresión de lo que verdaderamente eres, el milagro sitúa a la mente en un estado de gracia. La mente, entonces, naturalmente da la bienvenida tanto al Huésped interno como al desconocido externo. Al invitar adentro al desconocido, este se convierte en tu hermano”. 

Era aceptar ese Huésped interno (El Creador) y también aceptar al desconocido externo. Dentro, el desconocido se convertía en tu hermano. Así se desvanecía el miedo y el temor a Dios. El Creador moraba en nuestro interior. Y el temor al desconocido al considerarlo como tu hermano. Cambios que se daban en el milagro. 

José comprendía un poco más la realidad del milagro en su vida diaria. 


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