Gonzalo siempre se había fijado en la actitud de las personas cuando había un conflicto. Unas personas trataban desde el inicio de encontrar la verdad de todo, la claridad de lo que había pasado, la armonía y el equilibrio global. Otras personas se sentían altamente indignadas y buscaban revancha.
El enfrentamiento estaba servido. Unos gritaban, otros interrumpían y muchos callaban para dejar que la paz fuera imponiendo su presencia. Eran momentos donde Gonzalo sufría mucho. El enfrentamiento nunca derivaba en nada bueno. Siempre se esperaba que alguien diera con la palabra sabia y restableciera la calma.
Los hombres de paz traían concordia y serenidad. Con ellos se podía analizar todo sin ningún problema. Todos hablaban según sus turnos y sus voces eran oídas. Eso facilitaba mucho conocer el asunto y saber dónde estaban las soluciones.
“A la realidad le corresponde estar únicamente en el espíritu, y el milagro reconoce únicamente la verdad. De este modo desvanece las ilusiones o errores que albergas con respecto a ti mismo, y te pone en comunión contigo mismo y con Dios”.
“El milagro se une a la Expiación al poner a la mente al servicio del Espíritu Santo. Así se establece la verdadera función de la mente y se corrigen sus errores, que son simplemente una falta de amor”.
“Tu mente puede estar poseída por ilusiones o errores, pero el espíritu es eternamente libre. Si una mente percibe sin amor, percibe tan solo un armazón vacío y no se da cuenta del espíritu que mora dentro”.
“Pero la Expiación restituye el espíritu al lugar que le corresponde. La mente que sirve al espíritu es invulnerable”.
Gonzalo afirmaba en su interior lo que acababa de leer. Las personas que llevaban un buen espíritu, una buena actitud, un deseo de concordia y de bondad podían poner de manifiesto los elementos que nos unían en contra de aquellos que nos separaban.
Buscaban los elementos comunes de todos. Tocaban las sutilezas amables del corazón. Hablaban con paz y, a todos, les ofrecían un alto respeto. Cada persona se iba aquietando y los espíritus de todos los presentes se iban uniendo en la búsqueda del acuerdo y de la unión.
Gonzalo se repetía lo que acababa de leer: “Tu mente puede estar poseída por ilusiones o errores, pero el espíritu es eternamente libre. Si una mente percibe sin amor, percibe tan solo un armazón vacío y no se da cuenta del espíritu que mora dentro”.
“Pero la Expiación restituye el espíritu al lugar que le corresponde. La mente que sirve al espíritu es invulnerable”.
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