jueves, marzo 29

UNIDAD IRROMPIBLE

Mateo por fin veía escrita la idea que había pensado muchos años atrás. El amor era una relación entre personas. El amor vinculaba sus mentes y sus objetivos. El amor las hacia funcionar como una sola. Las alegrías eran compartidas y las adversidades enfrentadas desde la unidad. 

Había sentido esa máxima que exponía que las alegrías compartidas eran dobles alegrías y las penas compartidas eran medias penas. La sensación de unidad fortalecía a cada miembro de la relación de una forma poderosa y maravillosa. La seguridad ganada era tanta que no se podía apreciar en su realidad. 

En cierto momento, caminando por un puente que accedía al otro lado de la calzada de una autopista, tuvo la impresión de que Dios tenía necesidad de Sus Hijos como Sus Hijos tenían necesidad de Él. No se establecía una diferencia insalvable entre ambos. 

Esa necesidad era mutua porque el amor unía, no separaba. El amor igualaba no jerarquizaba. El amor fundía no dejaba la dualidad. Eso le hizo leer con mucho interés el siguiente párrafo: 

“Los Hijos de Dios tienen derecho al perfecto bienestar que resulta de tener perfecta confianza. Hasta que no logran esto, se agotan así mismos y desperdician sus verdaderos poderes creativos en fútiles intentos de obtener un mayor bienestar valiéndose de medios inadecuados”. 

“La Expiación (o perdón) es la única ofrenda digna de ser ofrecida en el altar de Dios, debido al valor que el altar en sí tiene. Fue creado perfecto y es absolutamente digno de recibir perfección”. 

“Entre Dios y Sus creaciones existe una perfecta interdependencia. Él depende de ellas porque las creó perfectas. Les dio Su paz para que nada las pudiese alterar ni engañar. Siempre que tienes miedo, te engañas a ti mismo y tu mente no puede servir al Espíritu Santo”. 

“Eso te deja hambriento, pues te niega el pan de cada día. Dios se siente solo sin Sus Hijos, y Sus Hijos se sienten solos sin Él”. 

“Tienen que aprender a ver el mundo como un medio para poner fin a la separación. La Expiación (o perdón) es la garantía de que finalmente lo lograrán”. 

Mateo se llenaba de estas ideas tan afines a su sentir hacía muchos años. Y se repetía a sí mismo: “Eso te deja hambriento, pues te niega el pan de cada día. Dios se siente solo sin Sus Hijos, y Sus Hijos se sienten solos sin Él”.

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