martes, noviembre 20

SIEMPRE RESPONDE


Abel le acababa de confirmar a su amigo que, si no quería conocer el pensamiento de Dios en aquella situación que estaba pasando, mejor que no se lo preguntara. Había tenido muchas ocasiones en las que las preguntas realizadas al Eterno eran todas contestadas. 

El amigo de Abel se quedaba perplejo. Le decía que no era posible que eso ocurriera. No siempre se oía con claridad la Voz del Espíritu Santo en nuestras vidas. Y expresaba bien la contestación. No siempre se oía con claridad. A veces teníamos tanto ruido en nuestra vida que no escuchábamos los Voz importante. 

El Eterno siempre contestaba cualquier pregunta. Muchas veces no de la manera como nos gustaría a nosotros. No como la formulamos. Pero siempre estaba atento y nos daba una orientación oportuna sobre la situación que compartíamos con Él. 

Abel tenía la seguridad de haber experimentado en momentos claves de su vida: en su niñez, en su primera juventud, en su adolescencia, en su primera madurez. Esa hermosa experiencia y concluía que a lo largo de su vida nunca Su presencia ni Su voz había dejado de manifestarse. 

Abel se puso cierto domingo muy nervioso. Su ansiedad era tal que fue ante las puertas de la universidad para constatar una seguridad innegable: estaba cerrada. Tenía necesidad de conocer la nota de uno de sus exámenes. Le dijeron que habían salido, pero había que esperar al lunes. 

Su ansiedad subía de tono. Paseaba por uno de los jardines de la ciudad. Encontró, sin esperarlo, un grupo de personas del club que frecuentaba. Estaban haciendo juegos grupales. Los saludó y le invitaron a participar. Inicialmente deseaba negarse. 

Sin embargo, un rato después estaba participando con los demás. Estuvo dos horas divirtiéndose, solazándose con la amistad y con los vaivenes del juego. Se olvidó de la nota, de su ansiedad, recobró su tranquilidad y le agradeció al Eterno que no le hiciera caso en su petición de que le abrieran la universidad. Le agradeció que su ansiedad desapareciera. 

“No podrás entender el conflicto hasta que entiendas plenamente el hecho fundamental de que el ego no sabe nada. El Espíritu Santo no es el que habla primero, pero siempre contesta”. 

“Todo el mundo en uno u otro momento ha acudido a Él para de una u otra forma obtener ayuda, y Él ha contestado. Puesto que el Espíritu Santo responde de verdad, responde para siempre, lo cual quiere decir que todo el mundo dispone de la respuesta ahora mismo”. 

El corazón de Abel asentía con alegría, con latidos acompasados llenos de vida, la verdad que esas palabras implicaban. El resto de aquel domingo se vio pleno con la novedad de ver el lunes que la nota que esperaba era positiva. La mente se fijaba en la ansiedad. 

El Espíritu Santo que conocía todo se centraba en la paz y le devolvió la paz de una forma inesperada.

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