Josué había caído muchas veces en la tópica pregunta si era antes el huevo o la gallina. Un circuito que empezó en algún momento y que desde entonces se producía cada día y con una periodicidad establecida. Pero, referida al principio no se sabía la respuesta.
Preguntas sin solución o respuestas tan evidentes que no se veían. La mente estaba hecha para vivir el presente, el ahora, el momento donde su cuerpo estaba. La mente, en ocasiones, o muchas veces, vagaba por los recovecos del pasado almacenado en el cerebro y se abstraía de lo presente y vivía en el pasado.
Se les daban muchas vueltas a los sucesos pasados. Eran como tratar con cadáveres que no tenían vida. Era como disecar los nervios y los músculos, los órganos que ya no latían, no vibraban ni funcionaban. Así la mente trataba con restos corpóreos sin vida y la misma mente se llenaba de vacío y de muerte.
Sin lugar a dudas, se necesitaba, además de la experiencia, una guía para completar el conocimiento de los habíamos vivido y de lo que estábamos viviendo. Toda una serie de piedras angulares sobre los que construir la comprensión de la vida auténtica y no de la muerte que yacía en los recuerdos yertos y sin vida.
“Cuando Dios te creó te hizo parte de Él. Por eso el ataque no tiene cabida dentro del Reino. Hiciste al ego sin amor, y, por consiguiente, él no te ama. No puedes permanecer dentro del Reino sin amor, y puesto que el Reino es amor crees estar privado de él”.
“Esto le permite al ego considerarse así mismo algo separado y externo a su hacedor, y de ahí que hable en representación de la parte de tu mente que cree que tú estás separado que eres algo externo a la Mente de Dios”.
“El ego planteó entonces la primera pregunta que jamás se hizo, pregunta que él jamás podrá contestar. La pregunta; ‘¿Qué eres?’ represento el comienzo de la duda”.
“Desde entonces el ego jamás ha contestado ninguna pregunta, aunque ha hecho muchas. Las actividades más ingeniosas del ego no han hecho más que enmarañar la pregunta, pues dispones de la respuesta y el ego te tiene miedo”.
La libertad nos ha dado la posibilidad bien de retomar nuestros orígenes, bien de seguir creando una artificiosidad de separación de Dios. Sentir esa libertad en nuestros latidos y en la sangre que nos da su vida nos hace capaces de responder con nuestras decisiones.
La grandeza de la vida se expande al aceptar con total libertad nuestros orígenes sustanciales. Tenemos un Padre. Tenemos un hermano grande. Tenemos una fuerza de espíritu dentro de nosotros que espera nuestra orden. La libertad tiene esa maravilla. Es nuestra decisión y nada más.
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