Iván iba alcanzando a lo largo de los años una idea de ese concepto que le atrajo en su momento y del que nunca había oído hablar con anterioridad a ninguno de sus maestros. La idea del ‘ego’ había quedado agazapada, escondida, sin existencia propia porque realmente al no mencionarla parecía que no ocupaba ningún lugar en nuestras vidas.
Sin embargo, no era así. Todavía hoy en la mente de mucha gente culta no estaba clara la idea. Podían hablar de sus experiencias, de sus inconvenientes, pero no lo achacaban al ego. Decían sencillamente que eran personas malas. Y cuando Jesús les dijo en sus momentos previos a su muerte que se perdonaran a todos los que habían exigido su muerte, decían que era Dios y nosotros, no.
Iván estaba contento de haber hecho una buena incursión en ese terreno del ego donde todo se desmontaba y todo se deshacía ante una mirada amorosa o una mano amiga.
“Este curso no tiene otro propósito que enseñarte que el ego es algo increíble, y que siempre lo será. Tú, que lo inventaste al creer lo increíble, no puedes emitir ese juicio por tu cuenta”.
“Pero cuando aceptas la Expiación, o perdón, para ti mismo, decides en contra de la creencia de que puedes estar solo, desvaneciendo así la idea de separación y afirmando tu verdadera identificación con todo el Reino como algo que literalmente forma parte de ti”.
“Esta identificación está más allá de cualquier duda del mismo modo en que está más allá de cualquier creencia. Tu plenitud es ilimitada porque el estado de ser es infinito”.
Iván había aprendido a aceptar que formaba parte de todos los seres humanos. Su corazón vibraba con la universalidad y no aceptaba en su mente las ideas de enfrentamientos entre culturas, entre países, entre regiones, entre razas, o entre cualquier apariencia física que pudiera tenerse en cuenta.
Toda defensa de la diferencia y de la superioridad era la creencia del ego. Era una creencia, pero no una realidad. Todos los seres humanos nacíamos por el mismo conducto y ningún ser humano elegía ni la familia ni el lugar donde nacía.
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