martes, febrero 12

ERES EL DON DE LA VIDA


Pablo reconocía que a lo largo de los años la idea que tenía de sí mismo había cambiado. Desde un inicio titubeante hasta la tranquilidad y la serenidad que había descubierto, un largo trecho se había caminado y se había solidificado con sus experiencias y la sabiduría acopiada durante ese tiempo. 

Compartir ideas universales, sentir la energía bullir en la cara de los demás, unidas las manos como un corro cerrado lleno de emoción y verdad, apoyar en malos momentos, saber callar y escuchar, llorar juntos a los que lloran y se avergüenzan por ello, sentir pisadas conjuntas llenas de amistad. 

Todos, absolutamente, todos teníamos, poseíamos el don de la vida, el don de la amistad, el don de la mirada sincera, el don de compartir el interior de nuestra alma con naturalidad. La vida se abría en par en par y nos sentíamos completos sin saber por qué. 

“El don de la vida es tuyo para que lo des, ya que fue algo que se te dio. No eres consciente de él porque no lo das. No puedes hacer que lo que no es nada tenga vida, puesto que es imposible darle vida a lo que no es nada”. 

“Por lo tanto, no estás extendiendo el don que a la vez tienes y eres, y consecuentemente no puedes conocer a tu propio Ser. Toda confusión procede de no extender vida, ya que esa no es la Voluntad de tu Creador”. 

“Separado de Él no puedes hacer nada, y ciertamente no haces nada separado de Él. Sigue el camino que Él te señala para que puedas recordar quién eres, y muéstraselo a otros, no sea que te olvides de ti mismo”. 

“Honra únicamente a los Hijos del Dios viviente, y alégrate de poder contarte entre ellos”. 

Pablo se veía animado, motivado, para extender algo que todos teníamos sin lugar a dudas. La vida estaba en nosotros para compartir, para llenar a los demás y los demás llenarnos a nosotros mismos. Era un movimiento de ida y vuelta. Una felicidad extraordinaria. 

La idea de compartir era una ley que se grababa en su corazón. Sabía que si no compartía esa vida que anidaba dentro de él, tampoco se desarrollaba en él. Solamente lo que se compartía se tenía. Toda una osadía para decir que aquello que se daba se tenía, y, si no se daba, se perdía.

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