martes, febrero 5

LA LOCURA NOS PODÍA ENVOLVER


Samuel había pensado más de una vez en la definición de locura que le habían dado unos educadores en una conferencia. No se lo acababa de creer. Decían que todo el mundo tenía cierto grado de locura. El problema de estar loco era no concordar con el grado de locura de la sociedad. 

Si estás de acuerdo con ese grado de locura social, se nos consideraba cuerdos. Lo único que hacían los psiquiatras, los psicólogos y los pedagogos eran acostumbrarnos a vivir con ese grado de locura. Entonces, una vez alcanzado, nos daban el alta y nos decían que podíamos vivir con los locos aceptados. 

Era una posición que nunca se había planteado. Los presentadores de ese curso les hicieron ver que toda persona estaba un poco loca porque no seguía las pautas de la sociedad. Y, por tanto, se debía adaptar a la locura. 

“Si permites que la locura se adentre en tu mente, es que has juzgado que la cordura no es algo enteramente deseable. Si deseas otra cosa, fabricarás otra cosa, pero al ser otra cosa atacará tu sistema de pensamiento y dividirá tu lealtad”. 

En ese estado de división no te será posible crear y tendrás que mantenerte alerta contra dicho estado porque lo único que se puede extender es la paz. Tu mente dividida está obstruyendo la extensión del Reino, y en la extensión de este reside tu felicidad”. 

Si no extiendes el Reino, es que no estás pensando en tu Creador ni creando como Él Creó”. 

Samuel comprendía que no había caído en la locura porque se había aferrado de la sabiduría de Jesús. Era un cierto tipo de locura aceptar a unos como dignos de formar parte de nuestros amigos y rechazar a otros como elementos que nos quitaban la paz. 

Era una mente dual, una mente dividida, una mente destrozada interiormente. Los psicólogos, los psiquiatras, los educadores nos decían que ese tipo de locura era normal. No había problema con él. La dualidad era algo normal en la vida diaria. 

Unos eran buenos, otros malos y no pasaba nada. Una vez adaptados a ese tipo de locura éramos normales. La mayoría pensaba así. Sin embargo, cuando se exponía que la mente era universal, que la elección entre bueno y malo no era lo natural, lo sano, lo agradable y lo feliz, nos decían que estábamos locos. 

Estábamos locos porque la línea de lo sano, de lo razonable, de lo aceptado, era una locura mayoritaria. Las locuras de todos eran locuras, pero no tenían razón.

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