Luis durante mucho tiempo había tenido la concepción de que el conflicto de los demás nunca podía concernirle ni importarle. La separación que el ego imponía, Luis la llevaba a cabo en toda su extensión. Pero la vida le enseñaba otras cosas. La alegría compartida era doble alegría, la pena compartida era la mitad de la pena.
No se podía indicar que la separación entre las personas era lo oportuno. Era perderse un gran campo de experimentación y de desarrollo. Los elementos compartidos entraban en el campo del conocimiento y en el de la comprensión. Era un medio extraordinario para crecer juntos y conocerse juntos.
La idea de la vida era conocerse, ampliarse, ver la universalidad y perder esa zona de limitación que por diversas razones nos imponíamos por nuestra comprensión limitada del otro.
“El uso que el ego hace de la proyección tiene que entenderse plenamente antes de que la inevitable asociación entre proyección e ira por fin pueda erradicarse. El ego siempre intenta perpetuar el conflicto”.
“Es sumamente ingenioso en encontrar soluciones que parecen mitigar el conflicto, ya que no quiere que el conflicto te resulte tan intolerable que decidas renunciar a él”.
“Por lo tanto, trata a toda de costa de persuadirte de que él puede liberarte del conflicto, no sea que lo abandones y te liberes a ti mismo. Utilizando su propia visión distorsionada de las leyes de Dios, el ego se vale del poder de la mente sólo para quebrantar el verdadero propósito de esta”.
“Proyecta el conflicto desde tu mente a otras mentes, en un intento de persuadirte de que te has librado del problema”.
Luis no podía quedarse indiferente. Proyectar el conflicto de nuestra mente sobre los demás seguía la idea del refrán: ‘Piensa el ladrón que todos son de su condición’. La idea de proyección no podía liberar esa creencia.
Así la condición de ladrón nunca se podía erradicar de la mente humana. La desconfianza total contra todos y la proyección que blanqueaba y disminuía nuestra culpabilidad, ennegrecía y engrandecía la culpabilidad de los demás.
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