viernes, febrero 15

EL ROBO DE TU TESORO


Rafa entendía muy bien que, en ocasiones, atacábamos a los demás cuando creíamos que nos quitaban algo que nosotros teníamos en estima. Nuestra reacción demostraba que lo amábamos. El problema radicaba que nadie podía quitarnos aquello que nosotros no permitíamos. 

Así que era una cuestión de analizar en cada ocasión en la que reaccionábamos con mucho ímpetu el asunto tratado. Ahí nos daríamos cuenta de aquellas cosas que no permitíamos que se tocaran. Eran nuestras, sólo nuestras y de nadie más. En eso radicaba nuestra seguridad. 

El problema era que nuestra equivocación no nos dejaba ver la verdad. Nuestra seguridad no venía de lo que creíamos nosotros que nos daba seguridad. Aferrarnos demasiado a las cosas era nuestro problema. Aferrarnos a ideas preconcebidas no nos daban una solución. 

“El ataque nunca podría suscitar más ataques si no le percibieses como un medio para privarte de algo que deseas. Sin embargo, no puedes perder algo a no ser que no lo valores, y que, por lo tanto, no lo desees”. 

“Esto hace que te sientas privado de ello, y, al proyectar tu propio rechazo, crees entonces que son otros los que te lo están quitando a ti. No podrás por menos que sentirte atemorizado si crees que tu hermano te está atacando para arrebatarte el Reino de los Cielos”. 

“Esta es la base fundamental de todas las proyecciones del ego”. 

Rafa aceptaba esa idea de que nos estaban robando porque nosotros creíamos que nos lo podían robar. Una idea desmesurada de posesión intervenía en el concepto. Nadie nos podía robar nada. No poseíamos nada. El otro no tenía acceso a nuestro interior. 

El Reino de los Cielos vivía en nuestro interior, en nuestra visión, en nuestras opiniones y en nuestras consideraciones. La gente podría discutirnos muchas cosas, pero nunca robarnos lo que éramos nosotros.

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