Juan leía el título y veía el significado de ‘inversiones’ en dos niveles. Por una parte, la palabra ‘inversión’ implicaba sentido opuesto, colocar algo en su sentido distinto como en un espejo de arriba abajo. Por otra parte, se dedicaba a poner fondos económicos en una cuenta para hacerla fructificar desde el punto de vista económico.
Así que las ilusiones gozaban de los dos significados. Por una parte, ver el mundo y los elementos totalmente distintos, en distinta posición, en forma simétrica. Por otra, dedicarle todo nuestro tiempo e interés a aquello que lo considerábamos con mucho interés en nuestra vida.
En el caso concreto de la mente, ambos significados eran verdaderas frustraciones. La ilusión como visión opuesta era la no-realidad. Eran como un espejismo. Veíamos agua en el desierto en nuestros ojos por nuestros deseos, pero no como algo real, físico, que se pudiera utilizar.
En el significado de dedicar nuestro tiempo, nos frustraba ver que, al emplear nuestro tiempo, las experiencias no se correspondían con lo esperado. Era como una inversión fallida que terminaba disminuyendo nuestro capital invertido.
“Las ilusiones son inversiones. Perdurarán mientras les sigas atribuyendo valor. Todos los valores son relativos, mas todos son poderosos porque son juicios mentales”.
“La única manera de desvanecer las ilusiones es retirando de ellas todo el valor que les has otorgado. Al hacer eso dejan de tener vida para ti porque las has expulsado de tu mente”.
“Mientras sigas incluyéndolas en tu mente estarás infundiéndoles vida. Mas no hay nada en ellas que pueda recibir tu regalo”.
Juan se volvía consciente de que era él y nadie más quien les daba a las ilusiones la fuerza para volver a ser pensadas por su mente. Nadie tenía la culpa, nadie las había inventado, nadie las había puesto en funcionamiento excepto él mismo.
Por ello, se sentía totalmente libre de decidir, sin depender de nadie, no darles ninguna fuerza a esas ilusiones que no tenían realidad en su vida.
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