Mateo no había caído en la idea de que excluir a las personas de nuestra experiencia era excluirse a él mismo de su pensamiento. La exclusión suya del pensamiento era un imposible total. Sus pensamientos eran su propia vida, sus propias experiencias, su propia idiosincrasia.
Desde que nació siempre tuvo a las personas a su alrededor. Por sí mismo no hubiera podido desarrollarse. Después, al crecer, se entraba en la tontería de aceptar a algunos y excluir a otros. Eso era ir contra la esencia de su existencia. No había ninguna referencia para hacer las exclusiones.
Por tanto, era una invención personal que le provocaba autodestrucción porque la idea de la plenitud existía en su interior con todas las personas. No había ningún argumento que le justificara la idea de separación con los demás. Los conceptos del me gustaba y no me gustaba eran tan cambiantes que no tenían ninguna solidez.
“Siempre que le niegas la bendición a un hermano te sientes desposeído, ya que la negación es tan total como el amor. Negar parte de la Filiación es tan imposible como lo es sólo amarla en parte”.
“No es posible tampoco amarla totalmente sólo a veces. No puedes estar totalmente comprometido sólo en algunas ocasiones. La negación de por sí no tiene ningún poder, pero tú puedes conferirle el poder de tu mente, el cual es ilimitado”.
“Si lo utilizas para negar la realidad, esta desaparece de tu conciencia. Es imposible apreciar la realidad parcialmente. Por eso, cuando niegas parte de ella pierdes la conciencia de toda ella”.
“La negación, no obstante, es una defensa, y, por ello, puede usarse constructivamente, así como negativamente. Pero puesta al servicio del Espíritu Santo, puede ayudarte a reconocer parte de la realidad y, por consiguiente, a apreciarla en su totalidad”.
“La mente es demasiado poderosa como para estar sujeta a ninguna exclusión. Nunca podrás excluirte a ti mismo de tus pensamientos”.
Mateo asentía a esas afirmaciones. Perder parte de la filiación era perderla a toda. Era construir un mundo nuevo que no concordaba con la esencia de nuestra creación. Esa idea de exclusión era una parte básica del ego que se anteponía a la idea del Creador.
Cada uno debía decidir si seguía la senda de la inclusión, la senda del Creador, o la senda de la exclusión, la senda del ego fabricada por nosotros.
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