jueves, diciembre 27

EL ESPÍRITU DE PLENITUD


Abel había lidiado durante mucho tiempo con la idea intuitiva del Espíritu Santo. Una idea que le había sido esquiva a su conocimiento, a su interpretación y a su identificación. No sabía realmente qué era. La palabra griega lo definía como un viento que soplaba sobre las velas del barco y lo dirigía. 

Sin embargo, estaba viendo una pequeña rendija en su interpretación en la vida diaria. En muchas discusiones había visto personas que poseían un espíritu de concordia y evitaban que los enfrentamientos llegaran a más. Otros tenían un espíritu de paz y sus palabras daban esa sensación de que todo desde la paz se veía de otra manera. 

Venían a su mente expresiones de espíritu de compañerismo donde sobre todo primaba la unión de las personas. Espíritu de unión donde las lealtades eran firmes y daban seguridad. Espíritu de alegría donde no había revés que pudiera llevarse esas sonrisas interiores que alegraban el alma. 

Espíritu de equipo donde todo quedaba al esfuerzo del grupo entero. Espíritu de sacrificio donde el logro de las metas eran la idea suprema. Espíritu de superación donde nada se dejaba a la improvisación y se alcanzaban los objetivos marcados. 

Abel no podía sino sorprenderse de la cantidad de espíritus que moldeaban los caracteres de las personas y los llevaban en determinadas direcciones como el viento indicaba. Por ello, el Espíritu Santo era esa fuerza vital que daba la conjunción de todos los espíritus positivos para alcanzar la plenitud del ser humano. 

“Elegir a través del Espíritu Santo te conducirá al Reino. Creas mediante tu verdadero ser, pero tienes que aprender a recordar lo que eres. La forma de recordarlo es inherente al tercer paso, que conecta las lecciones implícitas en los otros dos, y va más allá de ellos hacia una verdadera integración”. 

Los tres pasos se desplegaban claros en la mente de Abel. El primero indicaba: ‘para tener, da todo a todos’. El segundo proponía: Para tener paz, enseña paz y así podrás aprender lo que es’. El tercero decía: ‘Mantente alerta sólo en favor de Dios y de Su Reino’. 

“Si permites que en tu mente haya tan sólo lo que Dios puso en ella, la estarás reconociendo tal como Dios la creó. Por lo tanto, la estarás aceptando tal como es”. 

“Puesto que tu mente es íntegra, estarás enseñando paz porque creerás en ella. Dios será, de todos modos, el que dará el paso final por ti, pero cuando llegues al tercer paso, el Espíritu Santo ya te habrá preparado para Dios”. 

“Te está preparando para la conversión de tener a ser en virtud de la naturaleza misma de los pasos que tienes que dar con Él”. 

Abel se sentía más abierto, más receptivo, más comprensivo con la expresión Espíritu Santo. Era ese viento en su mente que le indicaba el mejor camino para realizar su travesía.

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