Darío empezaba a darse cuenta de la coherencia del sistema del espíritu. Era inclusivo. Tenía en cuenta a todas las personas, no había enfrentamiento entre los seres humanos, se buscaba una solución para todos. No se dejaba de lado a nadie. La paz era su objetivo y la serenidad su senda.
El sistema del ego ofrecía aparentemente la idea de defender lo nuestro. Era una inquietud constante porque alguien podía proponer algo distinto y podía proporcionar desequilibrio al sistema. Una idea de imposición, exigencia, obligatoriedad y obediencia ciega era requerida.
Darío sabía que las mejores actitudes generosas salían de una libertad total y de una comprensión emocional tranquila y sosegada. Los tumultos que ofrecían inquietud ponían a todos en forma de defensa. Era como una guerra donde todos, en sus mentes, tenían las razones para defender sus posiciones.
En lugar de un cuerpo unido, parecía aquello más bien un enfrentamiento adobado con las especias del ego -> egoísmo. Nadie quería sentirse perdedor en aquel mar proceloso de inseguridades. La victoria era la única vía para sentirse seguro frente a los demás.
“Entre la cordura y la demencia no puede haber conflicto. Sólo una de ellas es verdad y, por lo tanto, sólo una de ellas es real. El ego trata de persuadirte de que es a ti a quien le corresponde decidir cuál de ellas es verdad”.
“Sin embargo, el Espíritu Santo te enseña que la verdad fue creada por Dios, y tu decisión no puede alterarla en absoluto”.
“A medida que empieces a comprender el sereno poder de la Voz del Espíritu Santo y Su perfecta consistencia, tu mente se dará cuenta de que estás tratando de anular una decisión que se tomó irrevocablemente por ti”.
“Por eso sugerí anteriormente que te recuerdes a ti mismo permitir que el Espíritu Santo decida en favor de Dios por ti”.
La decisión estaba clara. No solamente Dios estaba implicado, sino que sus propuestas partían del profundo conocimiento que tenía de nosotros porque éramos sus criaturas creadas. Sabía desde el inicio cómo funcionábamos interiormente.
El sistema del ego, por el contrario, era una creación propiciada por el miedo interior del ser humano. Un sistema basado en el miedo era una angustia continua y constante. No podía llegar a ningún buen puerto y todas sus soluciones eran, por necesidad de los principios del ego, parciales.
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