miércoles, diciembre 12

EL DESEO DE CAMBIAR


Carlos tenía en su corazón los cambios estupendos que se habían producido en algunos de sus alumnos. Desde el inicio de curso, se propuso un plan especial con algunos de ellos por su situación delicada. Tenían baja autoestima. No confiaban en sus propias posibilidades y tenían una visión negativa de la vida. 

Los jóvenes empezaban su camino en la adolescencia y Carlos sabía de los recovecos y comidas de cerebro que se libraban en la mente de sus alumnos. Por una parte, no querían ser diferentes al grupo. Por otra parte, tampoco las propuestas del grupo les llenaban y les satisfacían. 

Encontrar unos buenos amigos en los que poder confiar, en los que poder abrirse y conocer el apoyo emocional era vital en esos momentos de la vida donde la individualidad florece y quiere abrirse paso. Unos pensamientos sensatos, de fuerza, llenos de vida y de confianza eran la base de la posterior personalidad. 

Carlos lo sabía y se dedicó en alma y cuerpo a estar cerca de ellos, de sus conversaciones y, en algunos momentos, de sus reflexiones. Se formó un círculo de amistad inestimable. 

“Los buenos maestros se dan cuenta de que sólo los cambios fundamentales son duraderos, mas no comienzan en ese nivel. Su primer objetivo – y el más importante – es fortalecer en el estudiante el deseo de cambiar”. 

“Ese es asimismo no sólo su último objetivo sino su objetivo final. Lo único que el maestro tiene que hacer para garantizar el cambio es estimular en el alumno su deseo de cambiar”. 

“Cambiar de motivación es cambiar de mentalidad, y esto inevitablemente produce un cambio esencial, ya que la mente es fundamental”. 

Carlos sabía que las personas amaban su libertad. Esa libertad que les permitía construirse según sus propios patrones y según sus propias tendencias que anidaban en su interior. Animar esa libertad era parte del aprendizaje. 

Las personas al sentirse libres decidían y construían su vida. Algunos lo pensaban mucho, lo calculaban todo, lo proyectaban en sus horizontes de fondo. Otros lo hacían de forma impulsiva no pensada, no reflexionada, no calculada. Los resultados no siempre eran favorables en todos los supuestos. 

Pero había en cada persona esa mente, esa motivación, esa forma de pensar. Y Carlos se repetía, en su interior, esa secuencia que había leído en el párrafo: “Cambiar de motivación es cambiar de mentalidad, y esto inevitablemente produce un cambio esencial, ya que la mente es fundamental”. 

Tres palabras que estaban relacionadas de causa a efecto: motivación, mentalidad, mente. Con esta trilogía repasaba los momentos del curso donde la motivación fue sembrada, fue cuidada, fue cambiando en su crecimiento. Los otros dos factores aparecieron como el efecto.

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