Enrique se enfrentaba a cambiar los planteamientos que había tenido durante toda su vida. Era un momento delicado en su mente. El mundo del ego y el mundo del espíritu eran inversos totalmente. El ego nos decía que para tener había que proteger, conservar y no compartir.
El espíritu establecía lo contrario. Para tener había que dar. Si no se daba, no se podía tener. Si no se daba paz, no se conseguía paz. Si no se daba confianza, no se conseguía confianza. Si no se compartía serenidad, no se aprendía y no se tenía serenidad.
Así que se tenía que hacer una inversión de los planteamientos del ego. Todo un cambio que quitaba todos los referentes y parámetros que habían guiado su vida.
“El primer paso en el proceso de inversión o deshacer es el deshacer el concepto de ‘obtener’. La primera lección del Espíritu Santo es, por consiguiente: ‘para poder tener, da todo a todos’”.
“Dije que es posible que esto agudice el conflicto temporalmente, y ahora podemos aclarar este punto aún más. A estas alturas todavía no percibes la igualdad que existe entre ‘tener’ y ‘ser’”.
“Hasta que no la percibas, ‘tener’ te parecerá lo opuesto a ‘dar’. La primera lección por consiguiente parece encerrar una contradicción, puesto que la está aprendiendo una mente que está en conflicto”.
“Esto quiere decir que hay deseos conflictivos, y, así, la lección no puede aprenderse de manera consistente todavía. Lo que es más, la mente del alumno proyecta su propio conflicto, y, por lo tanto, no percibe consistencia en la mente de los demás, lo cual le hace sospechar de la motivación de estos”.
“Esa es la verdadera razón de que, desde cualquier punto de vista, la primera lección sea la más difícil de aprender”.
“Puesto que aún eres extremadamente consciente del ego en ti mismo y respondes principalmente al ego de los demás, se te está enseñando que reacciones ante ambos como si lo que realmente crees no fuese verdad”.
Enrique veía que debía aferrarse a sus principios del espíritu que estaban haciendo mella en él mismo. Se alcanzaba la comprensión y la posesión en la generosidad, en el compartir, en la expresión y en la universalidad. Se ceñía al ejemplo del amor que le ayudaba mucho.
Cuánto más amor daba, más amor se tenía. Cuánto más paz compartía, más paz se asentaba en sus adentros. Cuánto más comprensión daba a los demás, más comprensión tenía para sí mismo. El principio quedaba claro. Lo que se daba se aprendía y se obtenía.
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