David normalmente tenía miedo a la plenitud. Tenía una visión positiva de la vida. Siempre trataba de sacar lo mejor de cada situación. En momentos donde todo funcionaba de maravilla se decía para sí mismo que los inconvenientes pronto comenzarían.
Alguna relación con alguna persona querida se malograría y las penas y las tristezas volverían. Era como un termómetro que tenía en su interior. La temperatura, como la felicidad, subía y bajaba. Era el normal devenir de la vida. Había que aceptarlo del mejor modo posible.
Pero, una nueva visión se abría paso en su mente. La felicidad, la alegría, la plenitud no dependía de las relaciones. No dependía de los demás. No era una situación ajena a nuestra mente. Todo estaba dirigido por nuestra mente. Y su mente entendía que cada persona tenía libertad para expresarse libremente.
Esa expresión libre no tenía ninguna relación con su interior. La felicidad no era la relación. La felicidad se basaba en su visión de cordura, de paz, de libertad, y de bondad. La libertad de los demás intervenían. Al darles la libertad de expresarse cómo desearan ya no dependía del estado de la relación, sino del estado de su actitud.
Y en ese estado de actitud, la plenitud ya no era vivida como una variable de los demás sino como una decisión personal independiente de la actitud de los demás. Los demás podían cambiar. Pero su puerta siempre estaba abierta a cualquier petición de cada persona dentro de los canales de la comprensión.
“Aprende primero que tener se basa en dar y no obtener (para tener, debes dar todo a todos). Luego adquieres que aprendes lo que enseñas y que quieres aprender a estar en paz (para tener paz, enseña paz para así aprender lo que es)”.
“Esta es la condición necesaria para poder identificarte con el Reino, puesto que es la condición del Reino. Has creído estar fuera del Reino, y, como consecuencia de ello, te has excluido a ti mismo de él en tu pensamiento”.
“Es esencial, por lo tanto, enseñarte que no puedes sino estar incluido en el Reino, y que lo único que debes excluir es la creencia de que no estás incluido en él”.
David iba profundizando el camino del espíritu para desarrollarlo en su interior, para reconocer la senda que se dirigía a su interior y encontrar ese espíritu que siempre había formado parte de él, pero no había sido consciente.
Tranquilo y sosegado dejaba que su pensamiento se posara en las partes de aquel paisaje que lo llenaba de paz. Los árboles, los caminos, los ríos, las sinuosidades de la colina y el movimiento de las hojas mecidas por la brisa del viento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario