jueves, diciembre 20

LA DICHA PERFECTA


Iván reconocía que la actitud de dos de sus amigos era similar a pesar de seguir planteamientos religiosos distintos. Los dos eran cristianos, pero había diferencias entre ellos. Sin embargo, los dos se aferraban a las posibilidades de este mundo de una forma total. Ninguno aceptaba el natural final de cada humano en esta vida. 

En los dos se dibujaba un apego al cuerpo muy significativo. Parecía que la parte del espíritu no gozaba de su especial consideración. El cuerpo y sus mentes se aferraban a este latido de vida como si la parte del espíritu no existiera. Los dos aceptaban el final, pero cuanto más tarde mucho mejor. 

Iván entendía que desde el punto de vista del espíritu esta predominancia del cuerpo era el tributo que se le pagaba al ego. El cuerpo era el lugar del ego y ninguno de los dos se quería despegar de ese cuerpo caduco y con un final cierto. No lo aceptaban y ante las posibilidades de la muerte los dos decían casi lo mismo. 

A pesar de haber vivido una experiencia donde su entrega religiosa había sido significativa, ante esos momentos finales, aceptaban su punto final y se aferraban, entonces sí, a su confianza del espíritu. Decían que no iban a dudar de ese espíritu que los había alentado en muchas ocasiones. 

Esa lucha entre el Reino y el ego se mantenía dura hasta en los momentos finales. No había sido superada: “Hemos dicho anteriormente que el Espíritu Santo evalúa, y tiene que hacerlo”. 

“El Espíritu Santo separa lo verdadero de lo falso en tu mente, y te enseña a juzgar cada pensamiento que dejas que se adentre en ella a la luz de lo que Dios puso allí”. 

“El Espíritu Santo, con vistas a reforzar el Reino en ti, conserva lo que está de acuerdo con esa luz, y acepta y purifica lo que está parcialmente de acuerdo con el Reino. Más lo que está en completo desacuerdo lo rechaza juzgando contra ello”. 

“Así es como Él mantiene la perfecta consistencia del Reino y su perfecta unificación. Recuerda, no obstante, que lo que el Espíritu Santo rechaza el ego lo acepta”. 

“Ello se debe a que ambos están en completo desacuerdo con respecto a lo que tú eres. Las creencias del ego en torno a esta cuestión tan fundamental varían considerablemente, y esta es la razón de que él suscite diversos estados de ánimo”. 

“El Espíritu Santo nunca varía en este asunto, y, por lo tanto, el único estado de ánimo que genera es uno de dicha. Él protege dicho estado rechazando todo lo que no lo fomenta, y así, sólo Él puede mantenerte en un estado de perfecta dicha”. 

Iván veía en sus dos amigos esa falta de dicha. Esa sensación de frustración. Esa idea de sentirse abandonado porque el ego había hecho morada en los dos.

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