Benito le estaba dando vueltas a aquellas afirmaciones que acababa de leer. Era una comprensión que hasta entonces no había tenido de esa afirmación escrita: “La Biblia dice: “El Verbo (o pensamiento) se hizo carne”.
“Estrictamente hablando eso es imposible, puesto que parece implicar que un orden de realidad pasó a ser otro. Los distintos órdenes de realidad, al igual que los grados de dificultad de los milagros, tan sólo dan la impresión de existir”.
“El pensamiento no se puede convertir en carne excepto mediante una creencia, ya que el pensamiento no es algo físico. El pensamiento, no obstante, es comunicación, para lo que sí se puede utilizar el cuerpo”.
“Este es el único uso natural que se puede hacer de él. Usarlo de forma antinatural es perder de vista el propósito del Espíritu Santo, y confundirse con respecto al objetivo de Su plan de estudios”.
Ese elemento de comunicación era el más importante en nuestra vida. Los cuerpos lo podían facilitar o impedir. Benito recordaba cómo no pudo conocer a la familia de sus abuelos paternos porque ellos habían decidido no recibirles en la casa donde vivían.
Toda comunicación quedó cortada. Pero los pensamientos entre ellos continuaron su camino. Ideas de lejanía, de contrariedad, de rencores ocultos y de odios inútiles entre las familias. Los cuerpos no querían acercarse para facilitar el conocimiento de personas que eran completamente ajenas a los juegos de separación de los mayores.
La esencia de Jesús era pura comunicación. Tratar bien a las personas que nos rodeaban, a nuestros familiares directos o indirectos, era el elemento básico de comprensión entre todos los cuerpos que se encontraban. Benito, por eso, entendía que la cercanía de los cuerpos facilitaba la comunicación.
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