lunes, mayo 13

EL ATAQUE NO PROCEDE NUNCA DEL AMOR


Benjamín abría los ojos muy grandes. Estaba leyendo que el ataque provenía siempre del cuerpo. Las personas que nunca atacaban estaban situadas en su forma de pensar. No seguían los vaivenes del ‘ego’ que tenía el cuerpo como su forma de ataque. 

Aceptaba que la forma de pensar dirigía al cuerpo. Era muy importante y vital en la vida desarrollar nuestra forma de pensar adecuada para evitar dejarse arrastrar por las propuestas del cuerpo. Atacar no tenía sentido. Todo se solucionaba, antes bien, con una comprensión del otro y con la puesta en marcha de unos buenos acuerdos. 

“Los ataques son siempre físicos. Cuando se infiltra en tu mente cualquier forma de ataque es que estás equiparándote con el cuerpo, ya que esta es la interpretación que el ego hace de él”. 

“No tienes que atacar físicamente para aceptar esta interpretación. La aceptas por el mero hecho de creer que atacando puedes obtener lo que deseas. Si no creyeses esto, la idea del ataque no tendría atractivo alguno para ti”. 

“Siempre que te equiparas con el cuerpo, experimentas depresión. Cuando un Hijo de Dios piensa así de sí mismo se está menospreciando y está haciendo lo mismo con sus hermanos”. 

“Y puesto que sólo puede encontrarse a sí mismo en ellos, está, por lo tanto, negándose a sí mismo la salvación”. 

Benjamín bebía y bebía el conocimiento que le llegaba hasta él. Una idea se dibujaba en su mente y la veía con mucha claridad: el amor no ataca nunca. El amor, entonces, no se generaba en el cuerpo. 

El amor se generaba en la forma de pensar de cada individuo. Esa forma de pensar aceptaba el amor como el camino, como el sendero que guiaba a encontrar acuerdos con los otros, consigo mismo. Un buen acuerdo con los demás era un buen acuerdo consigo mismo. 

Así el enfado, nunca encontraría la salida de sus tensiones interiores con un ataque. Buscaría un buen acuerdo y nunca se violentaría. Nuestra solución magnífica era el acuerdo. El ataque nunca debía sobrevenir en nuestra vida.

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