lunes, mayo 20

LA DICHA DE SER ALUMNO Y APRENDER


Guille disfrutaba muchísimo en sus diversas clases. Su necesidad de aprender era como su necesidad de comer. Debía cuidar el cuerpo con sus alimentos y debía ocupar su mente, su interior, su espíritu profundo, con sus reflexiones y con sus descubrimientos que se abrían ante él como un nuevo horizonte. 

La dicha de ser enseñado por los planteamientos del Espíritu Santo que se colmaba en esa capacidad de amar. El amor siempre disculpa, siempre confía, siempre espera, siempre aguanta. Cada frase era un tesoro en su mente y en su alma. Era descubrir la capacidad de amar que el mismo Creador había puesto en nuestro interior. 

El amor es paciente, es afable. Una afirmación que le abría las puertas de su corazón para no precipitarse ni despeñarse en muchas ocasiones. La paciencia cumplía su cometido y le impedía chocar, por impaciencia, con actitudes equivocadas en su mente y en la consideración de los demás. 

“No hay nada más frustrante para un alumno que un plan de estudios que no pueda aprender. Cuando eso ocurre su sensación de ser competente se resiente, y no puede por menos que deprimirse”. 

“Enfrentarse a una situación de aprendizaje imposible es la cosa más deprimente del mundo. De hecho, es la razón por la que, en última instancia, el mundo en sí es deprimente”. 

“El plan de estudios del Espíritu Santo nunca es deprimente porque es un plan de estudios que produce dicha. Siempre que se reacciona con depresión ante el aprendizaje, es porque se ha perdido de vista el verdadero objetivo del plan de estudios”. 

Guille abría los ojos y se daba cuenta de que aprender a no tener envidia, a no ser engreído, a no jactarse, a no ser grosero, a no buscar sólo lo suyo, a no desesperarse ni a llevar las cuentas del mal de los demás hacia él, era toda una lección maravillosa que le recordaba que tenía en su interior un corazón así. 

Y eso lo motivaba mucho para aprender, abrirse todas las posibilidades con las que contaba dentro de él. Era la lección del Espíritu Santo que no le deprimía, sino que lo exaltaba con mucha alegría.

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