Juan, en muchas ocasiones, había tratado de llegar al fondo de las personas a través de la apariencia de su presencia física. No se daba cuenta de que lo único que hacía con el físico era una comparación implícita con la apariencia de personas conocidas.
En una época de su vida, en el grupo donde estaba, tuvo contacto con un joven que tenía una cara de pillo tremendo. El mismo joven lo manifestaba. Había pagado en varias ocasiones los platos rotos de algún desaguisado precisamente por su apariencia. Las personas sentían que jugaba con ellas.
Era la misma situación que vivieron en el grupo con aquella apariencia que tenía. Creían que era una persona muy lista que sabía manipular las circunstancias. Allí, Juan descubrió la enorme importancia que le dábamos a la apariencia física.
“Tú no estás limitado por cuerpo, y el pensamiento no puede hacerse carne. La mente, no obstante, puede manifestarse a través del cuerpo si va más allá de él y no lo interpreta como una limitación”.
“Siempre que ves a alguien limitado a un cuerpo o por un cuerpo, estás imponiéndote a ti mismo ese mismo límite. ¿Estás dispuesto a aceptar eso, cuando el único propósito de tu aprendizaje debería ser escaparte de toda limitación?”
“Todo aquel que concibe el cuerpo como un medio de ataque y cree que de ello puede derivar dicha, demuestra inequívocamente que es un mal estudiante”.
“Ha aceptado un objetivo de aprendizaje que contradice claramente el propósito unificado del plan de estudios y que le impide aceptar como propio el propósito de este”.
Juan abría los ojos con mucha claridad. Veía la diferencia entre los cuerpos y la mente. Las características físicas podían variar de una persona a otra. Las cualidades del amor eran válidas para las dos mentes. El respeto a la posición del otro los unía.
En cambio, podían calzar distinto número de zapato, distinta talla de cuerpo, una configuración distinta de su cara. Las diferencias en el nivel físico de las personas eran nimias e irrelevantes. Una mano amiga, una conversación comprensiva y una amistad correspondida no tenía en cuenta, para nada, la parte física de los cuerpos.
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