Lucas había leído muchos artículos sobre la depresión. Había asistido a reuniones sobre ese síntoma que quitaba la fuerza a las personas. Era una pérdida de la alegría, de la paz, del entusiasmo, y se entraba en la caverna oscura del pesimismo.
De todos los artículos leídos no había podido sacar ninguna conclusión. La depresión se presentaba en formatos que muchos no podían comprender. Recordaba el testimonio de una de las personas en una reunión. Su problema empezó cuando, al regresar de vacaciones, entró en su piso y no estaba pintado tal como había acordado antes de partir.
La mente, para evitarse problemas con la pintura, había decidido que se hiciera en su ausencia. Eso parecía que le quitaba un peso de encima muy fuerte. Ese peso se multiplicó por muchos enteros cuando descubrió que aquello que creía que estaba resuelto, estaba todo por hacer. La mente tenía sus caminos.
“Lo opuesto a la dicha es la depresión. Cuando lo que aprendes fomenta la depresión en lugar de la dicha, es que no estás escuchando al Maestro jubiloso de Dios ni aprendiendo Sus lecciones”.
“Ver un cuerpo de cualquier otra forma que no sea como un medio de comunicación es limitar a tu mente y hacerte daño a ti mismo. La salud, por lo tanto, no es otra cosa que un propósito unificado”.
“Si se pone al cuerpo en armonía con el propósito de la mente, este se vuelve íntegro porque la mente sólo tiene un propósito. El ataque tan sólo puede ser un propósito que el cuerpo ha asumido, ya que separado de la mente, el cuerpo no tiene ningún propósito”.
Los buenos pensamientos pasaban al cuerpo. Los pensamientos negativos pasaban al cuerpo. Las emociones extremas pasaban al cuerpo. La serenidad y la paz pasaban al cuerpo. Esa era la integridad que Lucas veía en toda su experiencia. No se podía separar el cuerpo de la mente.
Por ello, una mente maravillosa con miles de alternativas para aplicar en cada momento le daba la oportunidad al cuerpo de no quedarse reducido a una situación de esclavitud, de ataque, de discordia, y de enfrentamiento.
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