Gonzalo recurría a su experiencia para comprender las intervenciones de Dios en su vida. Él y su esposa podrían escribir un libro de los momentos donde se cernieron problemas en la familia y la confianza en ese Dios, que estaba cerca de Sus Hijos, siempre les respondía con certeza.
No había nada acerca de Dios que les llegara de alguna manera por medio de sus conocidos, de sus personas de confianza, de sus allegados, que no lo pusieran en el tamiz de su experiencia. Las ideas podían discutirse, reflexionarse, profundizarse, y darles toda la validez que nosotros quisiéramos.
Sin embargo, la experiencia era algo que no se podía discutir. Dios se hacía presente en circunstancias donde no se lo esperaba o circunstancias que agobiaban y no sabían cómo salir de esa encrucijada que les venía sobre su vida y se quedaban perplejos al observar las soluciones que se presentaban.
“Yo soy consciente del valor que Dios te otorga. Mi devoción por ti procede de Él, pues nació del conocimiento que tengo de mí mismo y de Él. No podemos estar separados”.
“Lo que Dios ha unido no se puede separar, y Dios ha unido a todos Sus Hijos en Sí Mismo. ¿Cómo ibas a estar separado de tu vida y de tu Ser? El viaje a Dios es simplemente el ver con ojos auténticos el conocimiento de dónde estás siempre y de lo que eres eternamente”.
“Es un viaje sin distancia hacia una meta que nunca ha cambiado. La verdad sólo puede ser experimentada. No se puede describir ni explicar. Yo puedo hacerte consciente de las condiciones que la facilitan, pero la experiencia en sí forma parte del ámbito de Dios”.
“Juntos podemos satisfacer sus condiciones, pero la verdad vendrá a ti por su cuenta”.
Gonzalo había tenido esa experiencia tan hermosa que le hablaba de la presencia de ese Dios tan excelso, maravilloso, y estupendo. Vivía dentro de él y no podía dudar ni de su presencia ni de su ayuda continua y constante. Era una dicha contar con tal amigo en la vida.
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