jueves, mayo 2

TE NECESITO COMO TÚ ME NECESITAS A MÍ


Carlos se había planteado cuando era un joven en su primera madurez que Dios Mismo tenía necesidad de Sus Hijos, así como Sus Hijos tenían necesidad de Él. La idea le pasó rápido por su mente y se basó en la hermosa relación que existía entre un padre y una madre con sus hijos. 

Si Dios era el Padre por excelencia, su necesidad debería ser mucho más grande que la de un padre humano. Nunca había escuchado ni leído en ninguna parte de esa necesidad del Mismo Dios. Sin embargo, desde el punto de vista de una familia todo estaba claro. 

En ocasiones, veíamos a las personas con mucho poder lejanas de sus súbditos, muy poco conscientes de lo que pensaban y experimentaban. No obstante, si el Mismo Dios nos decía que le abriéramos el corazón como a un amigo, el poder de Dios, entonces, se manifestaba por la capacidad de vibrar con cada latido de cada uno de Sus Hijos. 

“El camino del ego no es mi camino, pero tampoco es el tuyo. El Espíritu Santo les ofrece una sola dirección a todas las mentes, y la que me enseñó a mí es la misma que te enseña a ti”. 

“No perdamos de vista la dirección que Él nos señala por razón de las ilusiones, pues sólo la ilusión de que existe otra dirección puede nublar aquella en favor de la cual la Voz de Dios habla en todos nosotros”. 

“Nunca le concedas al ego el poder de interferir en la jornada. El ego no tiene ningún poder porque la jornada es el camino que conduce a lo que es verdad. Deja atrás todas las ilusiones, y ve más allá de todos los intentos del ego de demorarte”. 

“Yo voy delante de ti porque he transcendido el ego. Dame, por lo tanto, la mano puesto que tu deseo es transcenderlo también. Mi fortaleza estará siempre disponible, y si eliges compartirla dispondrás de ella”. 

“Te la doy gustosamente y de todo corazón porque te necesito tanto como tú me necesitas a mí”. 

Carlos estaba contento. Por fin, veía compartida esa idea que pasó por su mente muchos años atrás. Era como unirse en una misma familia. Era sentir el calor de la mano del Padre tan cerca de la suya que no podía contener el gozo de su corazón.

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