Iván iba descubriendo, cada día más, la visión del Eterno como un padre, un amigo, alguien cercano con el que se podía hablar de todo, en todas las ocasiones y en todos los momentos de la vida. Ninguna barrera se interponía entre Él y nosotros.
Iván se quedaba perplejo al descubrir que el amor nunca podía atacar a nadie. El mismo Jesús perdonó a los que gritaban y aclamaban que muriera. Jesús, desde el amor, no podía atacarles de ninguna de las maneras. Le pidió a Su Padre que los perdonara.
Dios mismo lo entendía. El amor no podía atacar a nadie. No era un camino estrecho para que caminaran solamente unos pocos por ese sendero. No había una selección que le impulsara a valorar a unos en detrimento de otros. Eso, el amor nunca lo hubiera entendido.
“Lo que Voluntad de Dios ha dispuesto para ti es tuyo. Dios le ha dado Su Voluntad a Su tesoro, para quien esa Voluntad es su propio tesoro. Allí donde esté tu tesoro estará tu corazón, tal como el Suyo está allí donde se encuentra Su tesoro”.
“Tú, a quien Dios ama, eres completamente bendito. Aprende esto de mí, y libera la santa voluntad de todos aquellos que son tan benditos como tú”.
Palabras que hacían remover todos los sentimientos que Iván tenía en su interior desarrollados por el amor de sus padres, y, ahora, reflejados en ese Padre Eterno tan sensible que pone su tesoro en cada uno de nosotros. Su Corazón está en ti y en mí.
Y, como justa correspondencia, nuestro corazón está en el tesoro de nuestro Padre maravilloso. “Tú, a quien Dios ama, eres completamente bendito. Aprende esto de mí, y libera la santa voluntad de todos aquellos que son tan benditos como tú”.
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