miércoles, mayo 1

SABER ELEGIR A NUESTRO COMPAÑERO


Sebas recordaba a unos amigos con los que salían juntos cuando eran novios. Eran dos parejas que solían coincidir en sus actividades e intercambiar los planes de futuro. En cierto momento de su experiencia, el muchacho de la otra pareja cayó en el alcoholismo y tuvo sus luchas internas. 

La chica se replanteaba la relación porque la falta de estabilidad le hacía zozobrar su futuro. No deseaba enfrentarse a un problema que no se conocía mucho hasta aquel momento. En la ciudad se había formado una asociación de alcohólicos anónimos para ayudarse entre ellos. 

Casi todo el mundo decía que ellos solos podían superarlo. En momentos se comprometían con todas sus fuerzas. Su sinceridad afloraba con la nobleza de un niño pequeño que encandilaba a la chica. La tristeza apareció cuando los episodios de reincidencias aparecían. 

Al final se casaron, pero el calvario por el que pasaron fue tortuoso y difícil. “¿Quieres saber lo que la Voluntad de Dios dispone para ti? Pregúntamelo a mí que lo sé y lo sabrás. No te negaré nada, tal como Dios no me niega nada a mí”. 

“Nuestra jornada es simplemente la de regreso a Dios que es nuestro hogar. Siempre que el miedo se interpone en el camino hacia la paz, es porque el ego ha intentado unirse a nuestra jornada, aunque en realidad no puede hacerlo”. 

“Presintiendo la derrota e irritado por ella, se considera rechazado y se vuelve vengativo. Tú eres invulnerable a sus represalias porque yo estoy contigo. En esta jornada me has elegido a mí de compañero en vez de al ego”. 

“No trates de aferrarte a ambos, pues si lo haces estarás tratando de ir en direcciones contrarias y te perderás”. 

Sebas conocía por aquella pareja que había momentos donde la elección era vital para nuestra vida. Durante muchos años recordaron la decisión equivocada de la chica al unirse con aquel muchacho inmerso en el alcoholismo. Eran momentos donde no se consideraba al alcoholismo como una enfermedad. 

La mentalidad decía que para ser hombres había que beber alcohol. Sebas, en muchos bares, pedía zumos y refrescos, y no se comportaba, según la idea general, como un auténtico hombre. El ego azuzaba para que bebiera. Eso de ser hombre molaba mucho. 

Una idea clara en la mente. Un saber que el alcohol le había dejado sin sentido en alguna ocasión que se había excedido, fueron experiencias suficientes para admitir que esa idea de ser hombres se formaba a costa de la salud y del bienestar de tus seres queridos.

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