domingo, febrero 7

EL AMOR Y LA CREENCIA

Fede, muchacho joven de 22 años, estaba furioso, desconcertado, con oposición fuerte en sus pensamientos. Concluía que sus padres no lo querían. Repasaba en sus experiencias todos los detalles donde notaba la carencia afectiva en su vida.

Un tumulto de ideas, de visiones, de sentimientos heridos se hacía eco en sus sienes. La fuerza en su interior era fuerte. La frustración irrumpía con fuerza y con cierto grado de dureza se revolvía en sus lamentos, en sus llagas y en sus razonamientos. 

Fede volcaba este estado de su ser a un amigo tratando de aliviar su desequilibrio interno. La erupción de su volcán interior estaba a punto producirse. La fuerza de no sentirse amado resonaba fuerte y con ímpetu en sus pulmones agitados y en su falta de paz y serena tranquilidad. 

El amigo le escuchó. Actuó como su recipiente donde pudo echar los resultados de su frustración de amor. El amigo, pasado el momento del volcado de la lava de aquel volcán, entendió que todo venía por una creencia en la mente de Fede. Una falta de comprensión. 

Sin darse cuenta, les estaba exigiendo a sus padres algo imposible de realizar. Fede era inteligente, perspicaz, tenía una veta profunda espiritual y podía captar emociones con una gran celeridad y certeza. Era despierto y destacaba en sus argumentaciones muy precisas y claramente elaboradas. 

Fede fue aprendiendo las habilidades de la vida a muy corta edad. Sus padres se vieron sorprendidos por la acusada precocidad de su hijo. Fue tomando decisiones, fruto de su capacidad intelectual, que descolocaban la experiencia de sus progenitores. 

Además de las capacidades intelectuales, también destacaba, en Fede, una fina sensibilidad hacia lo bello, hacia lo profundo y hacia la sutileza espiritual. Un conjunto de cualidades para impactar a cualquier persona en el ámbito donde se desenvolvía Fede, y, también, en otros ámbitos más cultos, abiertos y complejos.

A pesar de ello, reclamaba, de la sencillez de sus padres, una comprensión para llenar de amor su interior. Su amigo le fue dirigiendo por estas sendas de la reflexión. Le hizo ver la distancia que había entre él y sus padres. 

Poco a poco se serenó el espíritu de Fede. Abrió su mente y fue admitiendo otras ideas, otros supuestos que equilibraban, de alguna manera, sus razonamientos hacia otro estado, hacia otra evolución, hacia una visión más amplia y llena de luz tranquila de él y de sus padres. 

Ellos le habían dado la vida biológica. La habían mantenido y la habían cuidado con esmero. El regalo de la capacidad intelectual y sensitiva era un dominio que los superaba en muchos aspectos. 

Fede fue considerando esta nueva vertiente. El horizonte de sus conceptos se amplió. Empezó a comprender su complejidad y la distancia, en este campo, con sus padres. Valoró todo el esfuerzo realizado por ellos en los dominios que entendían y comprendían. El agradecimiento subía en su corazón. Sus sentimientos salían en otra dirección. 

La figura de sus padres empezó a cambiar. ¡Qué maravilla de ayuda había recibido! ¡Qué maravilla de atención le habían brindado! Ahora sólo quedaba dar un paso más. Comprendía la distancia de sus almas, de sus conceptos y de sus nuevos descubrimientos. 

Se topó con algo muy importante: el amor no se puede exigir. El amor no se puede obligar. Nace de un espíritu comprensivo. Nace del corazón. 

Fede quedó pensativo. La luz de un nuevo horizonte iba tomando posesión en él. Una luz clara y precisa iba poniendo en orden su pensar. Se daba cuenta que la dirección de sus sentimientos estaba equivocada. La dirección oportuna era de su corazón al de sus padres. 

Descubrió este pensamiento y encauzó toda la fuerza del volcán de sus sentimientos hacia sus padres con gran comprensión. Ya no rugía su montaña interior. Ahora unos ríos claros y limpios de agua vivificadora manaban de su mente, de su pecho y de una nueva visión. 

La vida le enseñó que la exigencia nace de la carencia. La exigencia nace de los pensamientos. La exigencia no tiene cabida en el sentimiento. Se abrió, y generoso, como lo es el amor, dirigió sus ríos de claridad de agua hermosa hacia sus progenitores.

Encontró, de inmediato, una alegría difícil de explicar por el alborozo de todos los poros de su cuerpo. Cambió sus pensamientos, su comprensión. Y se hizo presente, con toda su fuerza, el AMOR. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario