Esta pregunta siempre nos ha intrigado y nos ha acompañado en muchos momentos de nuestra vida. Estaba con mi esposa en una librería dando un vistazo a los diversos libros que se nos ofrecían en las estanterías. Los mirábamos. Les echábamos una mirada y seguíamos nuestra particular inspección.
De momento, uno se abrió paso entre todos. Era un conjunto de test para descubrir quiénes éramos nosotros. Los test han gozado de objetividad, de tabulación y de curiosidad en nuestra vida. En algunos momentos se han esgrimido como un conocimiento de valor. Lo compramos. Creíamos que podría ayudarnos a focalizar algunos puntos inconscientes de nosotros. Inicialmente nos sedujo y nos abrió el apetito de aplicárnoslo nada más llegáramos a casa.
Pasamos la tarde paseando, merendando y tomando algún que otro refresco. Hablábamos de muchas incidencias pero, en el interior, había cierto gustillo por llegar a casa. Empezar a realizar test y pasar un momento especial. Responder, sumar las puntuaciones, ver las tabulaciones y sacar las conclusiones según nos indicaban las instrucciones.
Ya habíamos visto un poco sus hojas y las instrucciones sugeridas. La hora se hizo. Decidimos volver y entramos en casa. Nos cambiamos de ropa y empezamos a hacer algunos de los primeros test. Cada pregunta era una reflexión, un pensamiento, una decisión nuestra, una marca en la hoja. Realizamos los tres primeros.
Sin embargo, pronto descubrimos que no nos descubrían a nosotros. Ponían de relieve el concepto del autor sobre la personalidad. Nosotros discrepábamos de los planteamientos expresados. Así descubrimos que la única persona que se puede conocer a través de ellos es la mentalidad de la personalidad del autor.
Así que concluimos que las preguntas sobre quiénes somos nosotros quedaba totalmente vigente en nuestra vida. Sin respuestas claras de fácil comprensión. Sin embargo, descubrimos la importancia de la mentalidad. Una de las palabras claves de un gran Maestro, como Jesús, es precisamente mentalidad: “Metanoia” en griego. La partícula “meta” indica transferencia, traslado o transformación. Denota algo “más allá”. “Noia” proviene del griego “nous” que significa mente. Así la palabra “metanoia” se relaciona con la transformación de la mente.
Nos han dicho: “dime con quién vas y te diré quién eres”. Pero ahora se perfila algo más centrado: “Conoce tus pensamientos y sabrás quién eres”. “Cambia tus pensamientos y cambiarás tu forma de percibir el mundo y tu forma de relacionarte con él”. Por ejemplo, el código de conducta de una pandilla. Ese código de conducta es una mentalidad. Los actos reflejan esos pensamientos.
Tenemos muchos pensamientos que forman nuestra mentalidad. Hay momentos que decimos: “Estoy que no aguanto más”. Es un pensamiento. Todo lo que aceptamos en nuestra mente se vuelve real para nosotros. Es nuestra aceptación lo que le confiere realidad. Aceptándolo, nos desfondamos. Con ese pensamiento hemos creado nuestra realidad.
Podemos reaccionar de otra manera: “estoy que no aguanto más, pero siempre hay algo maravilloso en cada circunstancia. Lo quiero aprender”. Hemos cambiado el pensamiento. No nos desfondamos. Abrimos la vía, el camino para el aprendizaje y vamos construyendo nuestra mentalidad.
Cuando decimos: “Es imposible de soportar”, creamos nosotros mismos la realidad. Cuando decimos: “Es imposible de soportar pero todo lo que venga a nuestra vida lo vamos a superar”. Creamos, con la misma energía, otra realidad bien distinta.
Así observamos el poder creativo de la mente, el poder de diseñar nuestra realidad, con los pensamientos adecuados, en la línea del maestro, Jesús, con esa palabra origen de toda su enseñanza: “metanoia”.
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