miércoles, febrero 24

LA FORTALEZA DE LA PAZ

Sergio estaba esa mañana festiva a las orillas del lago. Se había ido para tener un poco de relajación, de tranquilidad y de ausencia de las inquietudes que cada día rondaban su cabeza.

La paz, la luz, el silencio natural de la vegetación y de sus pájaros llenaban sus oídos. Le hacían deslizar sus ojos por la superficie del agua y distraerse con las irisaciones de los rayos jugando con los claros, con las partes soleadas y con las sombras. 

Un complejo cromático unido al movimiento del agua, ocasionado por las lanchas con sus motores, iba captando su atención y lo iba concentrando en esa paz que se sabe apreciar tanto cuando se presenta casi sin pedirlo, y te sorprende, gratamente, con su presencia, en los primeros momentos del día. 

Sergio, de modo inconsciente, metió su mano en su bolsillo. Tenía una nota que había escrito antes de salir de casa. Le había gustado lo que había leído y quería volverlo a leer en un espacio más tranquilo. Había copiado tres frases. La primera decía: “la paz es más poderosa que la guerra porque sana”. 

Sergio empezó a hablar consigo mismo: 

- Nunca había asociado el poder con la paz. Siempre lo había hecho con la guerra, con la destrucción, con la imposición, con la ley del más fuerte, con el deseo innato de tener razón, con el poder de vencer.

- Esto es realmente nuevo. Hablar de poder en un contexto distinto. 

- Siempre se ha hablado de paz con los cobardes, con los débiles, con los miedosos. 

- Sin embargo, he visto caer y derrumbarse a personas muy valientes ante las dificultades de una enfermedad, de un enfrentamiento familiar, de una adversidad que no se esperaba que pudiera ocurrir en su vida. 

- Ya sabes que hay muchos valientes de boca y muchos no sabemos nuestras debilidades hasta que nos las hacen sacar. 

- La paz ha sido como esa forma de vergüenza mutua por falta de agallas. 

- En la victoria siempre nos hemos sentido potentes y hemos sacado pecho. 

- Tienes razón. Pero solo compete a los victoriosos. Los perdedores se sienten humillados. 

- Eso es lo malo. 

- Pero fíjate que subraya la idea de fortaleza de la paz porque sana. 

- Es una palabra que nos llega muy cerca. Todos, en alguna ocasión, hemos querido sanar. Y en la paz, todos ganamos. Todos sanamos. Todos somos victoriosos. 

- Tienes razón. Las guerras de palabras y de situaciones en mi mente, en ocasiones, me vuelve completamente loco. Y al final, termino deshecho con mis diatribas y mis luchas internas. 

- Una buena manera de llevar paz a nuestro interior. Una buena manera de no discutir tú y yo. 

- Podemos gozar de la paz del entorno y de la paz dentro de nosotros. Tengo que admitir que la paz es más poderosa que la guerra. No lo había visto hasta el momento de esa manera, pero ahora me doy cuenta de su implacable poder. 

Sergio volvió a leer su papel para repasar la segunda idea: “La guerra es división, no expansión”.

- Bueno, esta frase está más clara. No tiene ninguna objeción. La guerra naturalmente divide, no provoca ninguna expansión. 

- Cuando nos enfrentamos los dos, quedamos enfrentados. No logramos ir unidos y, a veces, nos creamos una confusión dentro de nosotros mismos que no nos aguantamos nosotros mismos. 

- Menos mal que el cuerpo no tiene este tipo de enfrentamientos. Te imaginas que cada órgano decidiera ir por su cuenta. 

- Ni me lo dejo pensar. 

- Pero, dejar de vencer, cuesta. 

- Pagamos más caro el daño que le hacemos a nuestro cuerpo con eso de la influencia de nuestras emociones en los diversos órganos. 

- Desde que sabemos cómo influye en nuestra salud, debemos aplicar un poco más de cordura y de sensatez. 

- Tenemos que abandonar la idea de vencer al otro. 

- Podemos reemplazarlo con la idea de vencer los dos. 

- Eso no estaría mal. Nada mal. 

- Los dos vencemos, los dos ganamos. Los dos somos fuertes. Los dos nos damos la paz como el acto más saludable y eterno de la vida. 

- Eso suena a fortaleza. 

Sergio abrió su papel y terminó con la última frase: “nadie gana en la batalla”.

- Las batallas son enfrentamientos de separación.

- Si ganas, tienes un enemigo declarado.

- ¿Qué has ganado?

- Tienes razón. En muchas ocasiones me he sentido tranquilo después de pedir disculpas y de comprender las razones del otro. 

- Entonces descubres que la victoria era una idea pasajera que te pasaba por la cabeza pero que te dejaba solo. 

- Es una idea absurda de poder. Así que me quedo con la idea de la paz donde realmente ganamos los dos y lo hacemos con la fuerza de enfrentarnos a nuestros resentimientos y a nuestros ojos vidriosos. 

- Así que será mejor que aprendamos la lección. 

- Siempre unidos, siempre juntos, siempre comprendiéndonos y la paz, nuestra unión. 

- Suena muy bien y te felicito. 

Sergio siguió dejando que sus dos voces fueran conversando entre ellas. Sus ojos entretenidos con el vuelo de unos pájaros, con el intenso verde de los montes opuestos y con el agua inmensa a sus pies se deleitaba en la gloriosa naturaleza. 

Observaba que su interior llegaba a poderosos acuerdos y se fortalecía en la idea superior de la bondad, de la fortaleza, de la paz, de la concordia y de su tranquilidad que le llenaba todos los lugares de su cuerpo, de su hogar. 




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