lunes, febrero 29

LA IRA FÍSICA Y LA IRA EMOCIONAL

¿De dónde sale la ira física y la ira emocional contra los demás? Son expresiones fuertes donde colaboran todos los músculos del cuerpo, todos los órganos del sistema y un conjunto de hormonas recorriendo todos los senderos energéticos.

La ira, de cualquier tipo que sea, sale del miedo. El miedo nos indica falta de confianza en nosotros mismos. Falta de confianza de nuestros pensamientos en nuestro Creador. Falta de confianza de nuestros sentimientos a ser rodeados por sus brazos amorosos. Falta de confianza en esos ojos celestiales que no pierden un ápice de nuestro resplandor. 

Al sentir la ira, nos sentimos atacados, nos sentimos a la disposición de otros que parecen que manejan los mimbres que mueven el teatro de las acciones de nuestra representaciones. Nos sentimos víctimas de ataques sin sentido por los otros. 

Caemos en otro pozo. Los hacemos culpables de todos nuestros sinsabores, de nuestros infortunios, de nuestros reveses y sufrimientos. Focalizamos la culpabilidad. Y así, como una diana, la establecemos sobre el otr@ para dirigir nuestras saetas, nuestras flechas envenenadas, nuestros dardos mortíferos más certeros. 

Así, proyectamos sobre el otr@, lo que solo está en nuestro interior. La proyección nos impide ver que todo está dentro de un@. No hay otr@. Solamente hay un yo que se empeña en sentirse separad@ de la voluntad divina y de su propia creación. 

En la proyección, nos volvemos ciegos para ver cómo realmente somos. Porque al proyectar en los demás nuestros miedos, nos evitamos la ocasión de reconocer nuestros miedos, nuestras inseguridades, nuestras desconfianzas y nuestros propios errores.

Olvidamos que toda proyección nos habla de dos direcciones. Una dirigida al otr@. Otra dirigida a nuestro interior. Y nos quedamos sin luz para ver con claridad lo que realmente está ocurriendo. Soy dur@ con los demás. Por tanto, soy dur@ conmigo mism@. Soy mordaz con l@s demás. Por tanto, soy mordaz, conmigo mism@. Soy indiferente con los demás. Por tanto, soy indiferente conmigo mism@. Todo un juego de dos direcciones que no tenemos presente en nuestras diatribas interiores. 

Así, al ganar consciencia de nuestras actuaciones, sabemos la bondad de los pensamientos amorosos en todo momento, en todo lugar y en toda situación. Otra cosa es destrucción por destrucción. Y estamos llamados a edificar nuestro edificio y colaborar con la edificación de los edificios con los demás, con los cimientos más sólidos de amor que podamos entender, comprender y aceptar.

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