domingo, febrero 21

¿QUÉ ES EL PERDÓN?

Aquella tarde cargada de nubarrones nos hacía la respiración un tanto dificultosa. La lluvia no acababa de caer y la quietud del ambiente dejaba que la temperatura imperara y no dejara al aire desplazarse en libertad por aquel recoveco de montaña.

Unos edificios sólidos, con pintura roja en sus tejados y marrón claro en sus exteriores, se erigían entre vegetación baja y los pinos que bajaban de la montaña cercana. Era un entrante en las colinas que rodeaban el lugar y lo protegía, en muchas ocasiones, de bufidos de aire incontenible. 

La clase, dirigida por el profesor, estaba pensando en la pregunta que les había sido lanzada. El asunto del perdón estaba sobre la mesa. Una reflexión de nuestras espontaneidades que se ofrecían a nuestra mente en forma de conciencia. Unos decían: “perdonar es olvidar”; otros, “perdonar es no tomar en cuenta”. Así cada grupo aportaba su idea, su reflexión para compartir todos juntos y ponernos de acuerdo con el razonamiento y con la presentación del profesor. 

Alguien dijo: “Sabéis que hay gente que dice que perdona pero no olvida”. Alguien le indicó: “¿Crees que eso es perdón? Creo que es algo que queda dentro como en diferido. No reacciona, no se venga, no ataca, pero lo deja en el congelador para sacarlo en alguna otra ocasión. Para mí, no es perdón”. 

Así íbamos, con un poco de esfuerzo, respirando y aportando ideas sobre algo que era desagradable. El perdón de algo que ha sido molesto. No tenía buena pinta la solución. No tenía buen talante el perdón tal cual se presentaba. Necesitábamos un poco de ayuda. Una idea nueva que pudiera darnos oxígeno natural y oxígeno emocional. 

Un compañero sacó el problema de la proyección. “Sabéis que proyectamos sobre los demás lo que realmente hacemos nosotros en nuestro interior”. Otro pidió una aclaración. “Explica, otra vez, el asunto de la proyección”. “Sabes que conocernos a nosotros mismos nos es difícil. Entonces debemos estar alerta de que cuando nosotros emitimos juicios sobre los demás, son los mismos juicios que emitimos contra nosotros mismos”. 

Y, entonces, “¿quieres decir que cuando nosotros no perdonamos a los demás, no nos perdonamos a nosotros mismos?”. En efecto. “Sabes que se dice: “no juzguéis y no seréis juzgados”. Esto implica que si no juzgas, no te juzgas a ti mismo. Y si juzgas a los demás, te juzgas a ti mismo”. 

“Ya lo veo un poco más claro. Es una forma de conocerse a uno mismo. Siempre creemos que estamos pensando en el otro y, en realidad, es lo que hacemos con nosotros mismos”. 

El profesor guardaba silencio. Estaba atento a todos los planteamientos y a todas las aportaciones. Nos felicitó por abordar el tema de la proyección y por la definición que se había hecho. 

Nos habló de dos caminos presentes en nuestras mentes. “Uno es el camino del Espíritu, el otro es el camino del ego. El camino del Espíritu acepta que nosotros no nos creamos a nosotros mismos. El mundo del ego acepta que nosotros nos creamos a nosotros mismos”.

“El camino del ego es siempre controvertido. Tiene siempre la comprensión y el rechazo. Por eso, “perdono, pero no olvido”. El camino del Espíritu es completo y no tiene contradicción”. 

¿Cuál sería entonces, para el Espíritu el perdón? Saltó la pregunta de casi toda la clase. 

“El Espíritu siempre es dichoso. Piensa en el gozo. Piensa en la comprensión. Así, el Espíritu perdona focalizando en las mejores experiencias que se han tenido con la persona motivo de perdón. No enjuicia, valora. No restringe, eleva. No reduce, amplifica. Ve en el otro una potencialidad infinita de superación”.

La clase se quedó pensando, reflexionando, digiriendo la respuesta, asimilando la propuesta. Las nubes empezaron a descargar el agua contenida. El oxígeno encontró los caminos para deslizarse. Todos pudimos respirar sin esfuerzo. Y nos vimos pensando en esa partición de nuestra mente en Espíritu y ego. Y realmente, el Espíritu nos ofrecía un camino lleno de color, de disfrute, de amplitud y de abrazo cordial por esas buenas experiencias vividas. El agua se había llevado la tensión del ambiente y de nuestro corazón.


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