jueves, septiembre 13

EL MAESTRO IDEAL

A Gonzalo le inquietaba mucho que la idea de ‘maestro’ no siguiera los cánones que había aprendido de pequeño. Los maestros habían seguido unos estudios, unos exámenes, unas pruebas y unas cualificaciones. Todo ello los facultaba para ser maestros. 

Era cierto que, en algunas afirmaciones, Gonzalo discrepaba de la posición del maestro. La falta de argumentos sólidos para respaldar su opinión abría un vacío en su mente que debía llenar con los argumentos oportunos para aceptar sus aportaciones. 

Desde su interior, Gonzalo decía que si alguna vez enseñaba buscaría todos los argumentos para dejar claramente el peso de lo que proponía al estar firmemente basados en las mejores propuestas. Salvo esas pequeñas disquisiciones en su cabeza, seguía todas las orientaciones del maestro en sus estudios de primaria. 

Fue una sorpresa cuando se enfrentó al concepto de ‘maestro’ en el terreno de la conducta y de las creencias personales. En la rama hindú el maestro sobresalía más bien por sus experiencias que por sus estudios ‘académicos’. Eran las personas que iban en la búsqueda de sus necesidades quienes determinaban si era maestro. 

El último nivel que descubrió acerca del maestro era que el discípulo hacía al maestro. El maestro aparecía no como una decisión académica sino como una decisión personal del discípulo. Los discípulos eran quienes elegían a sus maestros. En ese camino un discípulo elegía y se entregaba. 

“El Espíritu Santo es el maestro perfecto. Se vale únicamente de lo que tu mente ya comprende para enseñarte que tú no lo comprendes. El Espíritu Santo puede tratar con un alumno reacio sin oponerse a su mente porque parte de ella está todavía de parte de Dios”. 

“A pesar de los intentos del ego por ocultarla, esa parte es todavía mucho más poderosa que el ego, si bien este no la reconoce. El Espíritu Santo la reconoce perfectamente porque se trata de Su Propia morada: el lugar donde Él se siente a gusto”. 

“Tú también te sientes a gusto ahí porque es un lugar de paz, y la paz es de Dios. Tú, que formas parte de Dios, no te sientes a gusto salvo en Su paz. Si la paz es eterna, sólo te puedes sentir a gusto en la eternidad”. 

Gonzalo comprendía ahora mucho mejor que los discípulos eran los que escogían a sus maestros. El maestro no era una imposición del sistema. El maestro era la elección, desde su libertad, de cada persona en su caminar por la vida. 

Notaba que, desde la paz, las personas actuaban mucho mejor, más sabias, más sensatas y más comprensivas. El maestro que salía de la ira, del revés, del incendio emocional, de las palabras injuriantes, de los momentos de ebullición de enfrentamiento, no llevaban a buen puerto. 

Siempre cierta sensación de vacío, de vergüenza, de tristeza, era la cosecha que recogía de ese maestro. Ahora, desde la tranquilidad de la reflexión, elegía como maestro la paz y la sabiduría. 

Ese maestro estaba en su interior y, a pesar de que tenía un nombre un poco etéreo ‘Espíritu Santo’, la cosecha que dejaba era de alegría, unión, sencillez y solidaridad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario