domingo, septiembre 23

NO PODEMOS PERDER

Benito tenía una convicción interna muy fuerte y no sabía de dónde venía. La confianza en los planteamientos de comprensión y ayuda por parte de Jesús le tocaban sus puntos sensibles. Las propuestas de Jesús en sus evangelios eran de una humanidad auténtica y de una relación auténtica y amorosa. 

Algo en el interior de Benito vibraba cuando las leía, las reflexionaba y las trataba de incorporar en su vida. Sentía la convicción de lo sano y de lo aconsejable en las relaciones personales. Contenían comprensiones, aceptaciones de equivocaciones y de expresiones de perdón muy naturales en el ser humano. 

A algunos les costaba más que a otros dar su brazo a torcer, admitir sus equivocaciones, cambiar sus errores, pero era lo más grande en el ser humano. No era de hombres ni de mujeres mantenerse en el error, en la soberbia, en la intransigencia ni en la dureza del corazón. 

No se podía exigir lo que ningún ser humano era capaz de dar: no equivocarse. “¿Cómo es posible que tú que eres tan santo puedas sufrir? Todo tu pasado, excepto su belleza, ha desaparecido, y no queda rastro de él, salvo una bendición”. 

“He salvaguardado todas tus bondades y cada pensamiento amoroso que jamás hayas abrigado. Los he purificado de los errores que ocultaban su luz, y los he conservado para ti en su perfecta luminosidad”. 

“Se encuentran más allá de la destrucción y de la culpabilidad. Procedieron del Espíritu Santo en ti, y sabemos que lo que Dios crea es eterno. Puedes ciertamente partir en paz porque te he amado como me amé a mí mismo”. 

“Mi bendición va contigo para que la extiendas. Consérvala y compártela, para que sea siempre nuestra. Pongo la paz de Dios en tus manos y en tu corazón para que la conserves y la compartas”. 

“El corazón la puede conservar debido a su pureza y las manos la pueden ofrecer debido a su fuerza. No podemos perder. Mi juicio es tan poderoso como la sabiduría de Dios, en Cuyo Corazón y Manos radica nuestra existencia”. 

“Sus sosegadas criaturas son Sus Hijos benditos. Los pensamientos de Dios están contigo”. 

Benito entendía por qué en su interior había esas convicciones. “El corazón la puede conservar debido a su pureza y las manos la pueden ofrecer debido a su fuerza”. 

“He salvaguardado todas tus bondades y cada pensamiento amoroso que jamás hayas abrigado. Los he purificado de los errores que ocultaban su luz, y los he conservado para ti en su perfecta luminosidad”. 

Había gemas en nuestro corazón con luz divina que se expandían por nuestra mente, por nuestro cuerpo, por nuestras relaciones y por nuestras propuestas que compartíamos con los demás.

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