Adolfo se llenaba de seguridad. Escuchar cómo la Voz seguía proponiendo ideas y caminos era de gran ayuda. Era como una luz que alumbraba en su interior. Su lenguaje en primera persona era un remanso de paz y de tranquilidad. Era como sentir esa promesa que Jesús expresó antes de su partida de que estaría con nosotros siempre.
La compañía, la sabiduría y los detalles que compartía le llenaban a Adolfo de una quietud interior que le hacía avanzar por veredas nunca imaginadas ni pensadas. Pero entendía que era algo que le hacía palpitar y descubrir detalles que necesitaba en su vida.
La presencia de lo eterno se hacía vital en su vida. Todo vibraba con una fuerza especial y todo se alegraba en sones de hermosas melodías que bajaban desde su cabeza a sus pies en un regocijo estupendo.
“Te he asegurado que la Mente que decidió por mí se encuentra también en ti, y que puedes permitirle que te transforme, tal como me transformó a mí. Esta Mente es inequívoca porque sólo oye una Voz y contesta de una manera”.
“Tú eres la luz del mundo junto conmigo. El descanso no se deriva de dormir sino de despertar. El Espíritu Santo es la llamada a despertar y a regocijarse. El mundo está muy cansado porque es la idea del cansancio”.
“Nuestra jubilosa tarea es la despertarlo a la Llamada de Dios. Todos responderán a la Llamada del Espíritu Santo, ya que, de lo contrario, la Filiación no sería una”.
“¿Qué mejor vocación puede haber para cualquier parte del Reino que la de restituirlo a la perfecta integración que le devuelve la plenitud? Escucha sólo esto a través del Espíritu Santo en ti, y enseña a tus hermanos a escuchar tal como yo te estoy enseñando a ti”.
Adolfo se llenaba de alegría. No era a través de esfuerzos, de cansancios, de agotamientos cómo se expandía el Reino de los Cielos. Se había quedado un tanto sorprendido con la frase del regocijo: “El descanso no se deriva de dormir sino de despertar. El Espíritu Santo es la llamada a despertar y a regocijarse”.
Era algo muy distinto a como lo había concebido desde sus años infantiles y juveniles. Volvía a repetir la idea: “El descanso no se deriva de dormir sino de despertar”.
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