Mateo saltaba de alegría. Comprendía el proceso de Expiación en su vida y en la vida de todas las personas. Eso le llenaba de algo no conocido que lo hacía vibrar de un modo especial. Lo más alto en el alma humana era el pensamiento, la capacidad de comprender y de decidir.
Desde nuestra división en nuestra mente con intereses contrapuestos, las decisiones no tenían la certeza, el sosiego y la precisión oportuna que requerían. El proceso de Expiación nos hacía comprender los motivos de eternos paso a paso y nos iba sanado la mente para que dejara de estar dividida.
La división se establecía principalmente entre nosotros, como elementos aislados, y los demás como elementos potencialmente peligrosos. Esa partición de la gente nos hacía cometer errores muy naturales para los humanos divididos en el interior. Pero la Expiación nos hacía comprender el bien personal y el de todos los demás.
Se producía una inclusión. La unidad de toda la humanidad la abrazábamos y nuestra mente comprensiva en esa línea iba expiándose. “En el Cielo no hay culpabilidad porque el Reino se alcanza por medio de la Expiación, la cual te libera para que puedas crear”.
“La palabra ‘crear’ es apropiada en este contexto porque una vez que el Espíritu Santo deshace lo que tú has hecho, se restaura el residuo bendito y, por consiguiente, este continúa creando”.
“Lo que es verdaderamente bendito es incapaz de producir culpabilidad y sólo puede producir dicha. Esto hace que sea invulnerable al ego porque su paz es inexpugnable”.
“Lo verdaderamente bendito no es susceptible de ser alterado debido a la plenitud de la que goza. La culpabilidad siempre altera. Todo lo que genera miedo produce disensión porque obedece a las leyes de la división”.
“Si el ego es el símbolo de la separación, es también el símbolo de la culpabilidad. La culpabilidad es más que simplemente algo ajeno a Dios. Es el símbolo del ataque contra Dios”.
“Este concepto no tiene ningún sentido, excepto para el ego, pero no subestimes el poder que el ego le aporta al creer en él. Esta es la creencia de donde procede toda culpabilidad”.
Mateo seguía lleno de alegría. Era un placer saber que dentro de cada uno de nosotros había un residuo bendito que nos asemejaba a nuestro Creador. Por ello, al producirse el cambio de pensamiento a través de la Expiación, nuestro objetivo supremo era la supresión de la división y la aparición de la inclusión.
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