José iba conociendo cómo funcionaba el ego con sus funciones de separación, ataque y aislamiento. Poco a poco iba admitiendo que con sus ideas de enfrentamiento con los demás no buscaba la verdad. Sin darse cuenta le daba energía al ego que deseaba fortalecerse.
Era una toda paradoja. Se creía que defendíamos la verdad, la sinceridad y nuestra auténtica valía. Sin embargo, lo que buscábamos en el enfrentamiento no era la validación de nuestra verdad sino la ampliación total del ego para seguir utilizándolo de forma continua y constante.
Cuando se trataba del funcionamiento del Espíritu Santo, José admitía que era un pardillo, un desconocedor. Sus mejores sentimientos afloraban, pero su conocimiento del funcionamiento era muy bajo. Era algo que no se había estudiado en ningún lugar.
La naturaleza del Espíritu Santo carecía de cuerpo y ello nos dejaba un tanto desorientados en muchas ocasiones. La sabiduría la íbamos ganando poco a poco. Era estupendo ir comprendiendo las características del Espíritu Santo que actuaban en nosotros.
“Tú no puedes comprenderte a ti mismo separado de los demás. Ello se debe a que tú, separado del legítimo lugar que ocupas en la Filiación, no significas nada, y el legítimo lugar de la Filiación es Dios”.
“Esa es tu vida, tu eternidad y tu Ser. Esto es lo que el Espíritu Santo te recuerda. Esto es lo que Él ve. Esta visión atemoriza al ego por ser tan serena”.
“La paz es el mayor enemigo del ego porque, de acuerdo con su interpretación de la realidad, la guerra es la garantía de su propia supervivencia. El ego se hace más fuerte en la lucha”.
“Si crees que hay lucha, reaccionarás con saña porque la idea de peligro se habrá adentrado en tu mente. Dicha idea es un llamamiento al ego”.
“El Espíritu Santo está tan pendiente como el ego de cualquier señal de peligro, oponiéndose a este con todas Sus fuerzas de la misma forma en que el ego le da la bienvenida”.
“El Espíritu Santo contrarresta esa acogida dándole la bienvenida a la paz. La eternidad y la paz están tan estrechamente relacionadas como lo están el tiempo y la guerra”.
José se quedaba boquiabierto. Reconocía que la comprensión de él mismo estaba en la unión con los demás. No podía separarse de los demás y poder tener una visión objetiva de sí mismo. Repasaba esa idea con el párrafo que acababa de leer”
“Tú no puedes comprenderte a ti mismo separado de los demás. Ello se debe a que tú, separado del legítimo lugar que ocupas en la Filiación, no significas nada, y el legítimo lugar de la Filiación es Dios”. La frase que seguía era determinante: “Esa es tu vida, tu eternidad y tu Ser”.
Era un avance en la comprensión del Espíritu Santo y de nosotros mismos cuyo cuerpo era templo del Espíritu Santo.
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