Benjamín comprendía la fuerza que una idea adquiría cuando era compartida por muchas personas. Si la idea unía a todos los individuos en una actitud de respeto y de solidaridad sin centrarse en el ataque ni en el chantaje, ni en la imposición a nadie, el concepto compartido era una bendición para todos.
Se convertía en una idea liberadora y llena de fortaleza que dejaba que la libertad fuera la cualidad que mejor la definiera. La cualidad central de cada persona era el pensamiento. El peso de las ideas era vital. Las manos unidas para permitir que todos dejaran de estigmatizar, despreciar a los demás, disfrutar de los derechos humanos era su cima climática.
“Lo que el ego forja se lo guarda para sí, y, por lo tanto, carece de fuerza. Su existencia no se puede compartir. No muere, simplemente nunca nació. El nacimiento físico no es un comienzo es una continuación”.
“Todo lo que continúa ha nacido ya. Aumentará a medida que estés cada vez más dispuesto a devolverle a la parte superior de tu mente la parte que no está sana, devolviéndole de este modo tu mente indivisa a la creación”.
“Yo he venido para sentar las bases para que tus propios pensamientos puedan hacerte verdaderamente libre. Has cargado con un fardo de ideas que no se pueden compartir y que son demasiado endebles como para poder expandirse”.
“Mas una vez que las concebiste no supiste cómo erradicarlas. Tú no puedes cancelar tus errores pasados por tu cuenta. No desaparecerán de tu mente sin la Expiación, remedio este que no es obra tuya”.
“La Expiación debe entenderse exclusivamente como un simple acto de compartir. Eso es lo que quise decir cuando afirmé que, incluso en este mundo, es posible escuchar una sola Voz”.
“Si formas parte de Dios y la Filiación es una, no puedes estar limitado al ser que el ego ve”.
Benjamín iba digiriendo la idea de compartir. La Voz compartía con cada uno de nosotros. La Expiación era escuchar la idea de unidad y desarrollarla en nuestras mentes. Sin la unión con los demás, no era posible llevarla a cabo por nosotros mismos.
La oposición de conceptos quedaba clara. El ego nos decía que éramos nosotros frente a los demás. El Espíritu Santo, la Voz, nos indicaba que éramos nosotros juntamente con los demás.
La idea quedaba sellada: “Si formas parte de Dios y la Filiación es una, no puedes estar limitado al ser que el ego ve”.
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